Cuando pensamos en los efectos colaterales de la pólvora vienen a nuestra mente imágenes de quemaduras y amputaciones. Estas consecuencias negativas obvias no son las únicas a las que nos enfrentamos cuando de pirotecnia se trata. Existen otras afectaciones menos visibles, pero igual de problemáticas que las físicas.
El ruido hace parte de un estímulo que viene del exterior, cuando es fuerte indudablemente va a sobresaltar el cuerpo y lo hará responder con un estado de alerta. Y aunque esta es una respuesta fisiológica natural y necesaria, mantener al cuerpo en este estado por periodos prolongados de tiempo, tiene repercusiones a largo plazo en nuestra salud.
“Cuando el cuerpo entra en este estado de estrés se activan las glándulas que secretan una hormona conocida como cortisol. El cortisol tiene un efecto en el cuerpo, aunque no lo veamos a simple vista. Esta hormona hace que se active el hipocampo y la corteza prefrontal. La sobreestimulación de estas áreas afecta la memoria, la capacidad de concentración y de retención, así que, aunque no lo veamos, hay muchas cosas sucediendo a nivel interno que interfieren con nuestra salud mental”, explica la psicóloga Daniela Salazar.
La pólvora es detonada normalmente en horas nocturnas alterando el sistema nervioso central por las explosiones sorpresivas, afectando la noradrenalina que es la encargada de reaccionar frente al miedo y acelerando el ritmo cardiaco. Además, altera los ciclos circadianos (ciclos del sueño), es decir, está dormido y se despierta asustado por las explosiones sorpresivas de pólvora, después conciliar nuevamente el sueño profundo es muy difícil y al día siguiente el estado de ánimo se verá afectado por cansancio, fatiga, irritabilidad, sensación de miedo o sobresaltos, entre otros.
Las personas con trastornos emocionales y del estado de ánimo son más propensas a tener crisis de ansiedad, depresión, alteración en el comportamiento y se afectan de manera negativa sus relaciones interpersonales, laborales y familiares.
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Por otro lado, están las consecuencias psicológicas que se desencadenan tras un accidente físico. La reacción más frecuente ante una lesión por pólvora (en especial la amputación) es la depresión. La persona enfrenta un duelo por la pérdida del miembro. En los niños, la asimilación depende de la edad, sin embargo, los especialistas están de acuerdo en que nunca es fácil sanar tras las cicatrices físicas, y especialmente emocionales que deja la pólvora, no es un camino corto ni sencillo, más cuando se tiene en cuenta que son situaciones que pueden evitarse y dejan profundo remordimiento.
La no manipulación de artefactos explosivos está en manos de cada persona, por lo tanto, la decisión de protegerse a sí mismo y a quienes lo rodean es individual, por ello vale la pena recordar que #ElFuegoNoEsUnJuego.
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