Por: Valentina Castaño
Cuando el sol aún no despunta por el oriente, la jornada de muchos ciudadanos ya ha comenzado. En el deprimido de la avenida Oriental, ubicado en el barrio Villanueva, se van reuniendo algunas personas que habitan las calles del sector.
Allí, ubicados en un separador angosto donde puede sentirse el viento que generan los carros al pasar a gran velocidad, jóvenes y ancianos, mujeres y hombres, se despojan de la ropa mientras esperan su turno para asearse.
Frente a ellos, oscura y pavorosa, una amplia boca de alcantarilla, con una pequeña corriente de agua, hace las veces de ducha. Quienes entrar tiemblan de miedo, y quienes salen tiritan de frío.
“¿Entonces ahí se pueden bañar? ¿Por ahí pasa agua?”, la pregunta es obvia, pero aun así un hombre la contesta: “Asómese para que vea. Esa es agua limpia, de nacimiento y corre así todo el día”.
Basta con acercar un poco la cabeza al agujero para ver su fondo, ahí, a cerca de un metro ochenta de profundidad, puede verse pasar un hilo de agua clara. Pero el olor que desprende aquel líquido parece contradecir las palabras del hombre, no parece agua de nacimiento, y no pasa mucho tiempo antes de que uno de sus colegas compruebe la estafa.
Camilo se sostiene de los bordes del hueco y poco a poco se descuelga hacia su interior, no sin antes admitir que está asustado, es su primera vez haciendo uso de este espacio. Luego de estar unos minutos adentro, puede escucharse su voz alzarse entre incredulidad y una risa absurda.
“¡Me mintieron! Esta es agua sucia, de alcantarilla, se le siente de una en el olor y el sabor. Pero bueno, el agua es vida, la necesitaba para despertar”.
Parece que una ducha matutina vale todos los percances, así sea con agua contaminada, así sea sin privacidad, así sea en medio del deprimido de la Oriental. Sin embargo, no todos opinan lo mismo. Esa opción de baño no es la predilecta de toda esta población.
“Yo allá no me meto”, dice Jorge, o ´el sollado´, a ojos cerrados y sacudiendo la cabeza de lado a lado con vigor. “Dicen que hay una culebra que vive allá abajo, dicen no, la han visto. Yo prefiero ir al Centro Día”, continúa el hombre.
Y aunque no parece muy posible que un reptil de sangre fría pueda habitar sin problemas la helada y oscura alcantarilla, Jorge es afortunado de tener algo que lo mantenga lejos de allí, pues bañarse en esta cloaca no es tarea fácil.
Quienes la frecuentan afirman que el agua les ocasiona nacidos y otras afecciones en la piel, además, la entrada y salida del hueco no es fácil, quien lo haga debe tener cierta destreza y capacidad física, de lo contrario podría quedarse allí atorado. Como si fuera poco, la facilidad de arrojar algo al hoyo y darle un golpe a quien está adentro hace que a veces personas de frío corazón tiren piedras mientras alguno toma una ducha, buscando lesionarlo. Pero, como los accesos a Centro Día son limitados, no todos tienen otra opción que llegar a la alcantarilla a bañarse.
Emvarias ha solicitado en reiteradas ocasiones a Empresas Públicas de Medellín que se encargue de sellar esta entrada. Para ellos, el problema fomenta que quienes habitan la calle se aglomeren en esta vía rápida, donde corren peligro sus vidas y donde es difícil acceder para hacer acciones de limpieza.
Sin embargo, no solo el hoyo continúa destapado, sino que, de cerrarlo, estarían quitando a muchos la única opción que tienen de refrescarse un poco antes de comenzar a deambular por las calles. Quizá sea el momento de plantearse otro espacio público de aseo personal, donde se ofrezca una opción digna a quienes hoy se bañan en la alcantarilla.