En un parqueadero del barrio Bomboná en el centro de Medellín hay una pila de escombros que impiden el uso de una buena porción de las celdas. Los conductores que ingresan hacen caso omiso al desorden y maniobran entre pedazos de muro y tabla, buscando acomodar sus carros como pueden.
Nadie parece detenerse a mirar más allá, pero basta con reposar la vista sobre la imagen por unos segundos para darse cuenta de que los escombros corresponden a una antigua casa que están tirando abajo. Vigas azuladas, antes marcos de ventanas, y paredes que formaban las divisiones de una vivienda de familia, yacen en el piso esperando a que alguien se deshaga de ellas.
Esta es la historia de decenas de inmuebles en el centro de Medellín en las últimas décadas donde, pese a ser considerados bienes de interés cultural, las construcciones antiguas son demolidas para dar paso a parqueaderos o nuevas edificaciones comerciales.
El fenómeno promete arrasar con la poca historia urbanística que aún se conserva en pie en la ciudad, ¿por qué nadie parece estar haciendo nada para detenerlo?
¿Cómo se busca proteger los inmuebles?
Las nociones de patrimonio y conservación son relativamente nuevas en Colombia. Apenas en 1959 se expidió la primera declaratoria de monumentos nacionales en el país. En el caso de Medellín, solo hasta el año 2006 la ciudad empezó su proceso para generar un plan de protección del patrimonio.
Es por esto que a lo largo de mucho tiempo se perdieron edificios muy valiosos para el territorio; construcciones de gran valor arquitectónico, histórico y simbólico como lo fueron el Hotel Europa, el antiguo Teatro Junín o el Circo Teatro España, fueron demolidas sin que hubiera mayor escándalo.
“Medellín de manera sistemática demolió su arquitectura histórica. En la medida que comenzó el proceso de las obras de valoración y las iniciativas de ensanche de calles, también comenzó el proceso de demolición”, explica Luis Fernando González, arquitecto, doctor en historia y especialista en historia urbana y arquitectónica.
Medellín consideró antaño que sus calles del centro eran muy estrechas para los vehículos automotores, por lo cual había que ampliarlas y llevarlas de unos diez metros, a por lo menos 16. Este proceso inició en el año 1938 con los primeros ensanches de valorización. Entre 1938 y 1974, cuando se termina parte de la avenida Oriental, González calcula que se perdieron más de 2.000 edificaciones en el centro.
Hoy en día, contamos con una normativa que vela por la protección del patrimonio. Parte de una lista denominada LICBIC, o lista indicativa de candidatos a bienes de interés cultural, la cual evalúa los valores históricos, estéticos y simbólicos de un inmueble, y dependiendo del resultado, se le da una declaratoria que conlleva unos estándares para intervenir la propiedad, así como beneficios en impuestos y demás.
Sin embargo, pese a que la norma existe, así como las entidades que velan porque se cumpla, aún parece insuficiente para preservar las propiedades.
“Normatividad hay más que suficiente, pero somos especialistas en esquivar las normas. También somos especialistas en tumbar y volver a hacer, Medellín es una ciudad que se mantiene en obra negra, detrás de esa característica paisa de emprendimiento”, opina el arquitecto especialista en patrimonio, Carlos Arturo Acevedo.
Todo lo que queda de esta antigua casa de vigas azules en la calle 48 #40-05.
¿Cuál es el potencial comercial de estos lugares si se restauran?
Está claro que quienes demuelen propiedades históricas lo hacen con un fin de lucro, ya sea para dar paso a un parqueadero o a otro negocio que facture bien. Sin embargo, lo que no se considera en muchas ocasiones, es que la restauración de un inmueble puede aumentar exponencialmente su valor.
Los bienes de interés que se restauran pueden ponerse en función comercial como salones de eventos, restaurantes de alta categoría, espacios para desfiles de moda y demás; esto sin mencionar el altísimo valor cultural e histórico que le ofrecen a la comunidad entera.
“Si vos te ponés a mirar las fotos del Paraninfo de la Universidad de Antioquia, antes totalmente caído, hoy es una joya de la arquitectura de Medellín, de las pocas que quedan. Estamos hablando de una construcción que se inició en 1803 y se mantiene hasta ahora”, apunta Acevedo.
Es una realidad que evidenciamos en otras construcciones restauradas como los edificios Carré y Vásquez en Cisneros, o el edificio de La Naviera en la Plazuela Nutibara. Y aunque genera desconsuelo pensar en la cantidad de edificaciones que, como estas, pudieron llegar a contar la historia de nuestro pasado, aún quedan espacios por salvar de las garras del falso progreso. Es deber de la ciudadanía denunciar atropellos contra el patrimonio, hasta que los gritos sean imposibles de ignorar.
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