Por: Jairo Piedrahita Lopera.
Al ingresar, lo más notorio eran sus sillas altas y mesas en madera, estas últimas donde meticulosamente se acomodaban recipientes con diferentes salsas, ensalada, pepinos y cebolla.
Era la mejor opción para quienes buscaban en el centro de Medellín, sobre la Avenida La Playa entre Sucre y Junín, deleitarse con las mejores comidas rápidas de la ciudad. Era Hamburguesas del Oeste, un lugar de recuerdos para quienes en una época comieron allí y que hoy hace parte de la historia perdida de la gastronomía de Medellín.
Los inicios de este icónico sitio se dieron en 1967, y a pesar de haber cerrado en 2016, sus productos permanecen en la mente de los comensales por la calidad de sus comidas y el olor irresistible de la carne en la plancha.
Son múltiples los negocios que hicieron parte de la ruta gastronómica, que a lo largo de los años se convirtieron en obligadas paradas para comer, y que, pese a que ya no existen, siguen ocupando un lugar en la historia de nuestro centro.
¿Cómo olvidar las largas filas que se hacían para ingresar a La Estancia? Este sitio ofreció por varias décadas lo mejor de la comida a bajo costo, platos completos con sopa y seco que no discriminaban estrato social en el día, y que al caer la noche se convertía en un bar que ofrecía viandas más ligeras como acompañante para que el licor no pegara tan duro.
Solo era bajar por la calle Caracas y observar la hilera de comensales que esperaban un turno para ingresar al local ubicado en una esquina del parque Bolívar. Este fue quizás uno de los sitios donde se inició la “venta de puestos” a cargo de quienes llegaban temprano a separar un lugar en la fila. En el 2016 cerró sus puertas y se transformó en una plazoleta comercial que hoy ofrece variedad de servicios.
Otro de los lugares célebres de la comida en el centro fue la Salsamentaria La Sorpresa, en el primer piso de la esquina de la Avenida de Greiff con Carabobo. Fundado por los esposos Amanda González y Ernesto González, funcionó hasta 1997 cuando la violencia en Medellín hizo que cerrara sus puertas definitivamente. Una bomba en el segundo piso de la edificación no permitió seguir disfrutando de los pasteles, la morcilla, las empanadas y el cuidadosamente elaborado pan de yuca.
Pero hay sitios que se resisten a desaparecer y, con el paso de los años, siguen acumulando experiencias y público. Hablar de ellos es hacer referencia a la simbiosis perfecta entre buena comida y tradición.
Nos referimos a la Repostería El Astor, fundada en 1930 sobre la carrera 49. Algún tiempo estuvo sobre la calle Maracaibo, pero en el local actual en Junín está hace más de 60 años. No solo es un establecimiento para comer, siempre ha sido un sitio de encuentro donde cada visita es una oportunidad para crear nuevos y dulces recuerdos. Este lugar hace que sus visitantes se transporten en el tiempo, recordando momentos de la infancia, reuniones en familia e historias de amor.
Algo similar ocurre con el Salón Versalles, donde la empanada argentina y el jugo de mandarina tienen un lugar especial dentro del menú que ofrece gran variedad de productos. Desde 1961, Versalles hace parte de esa historia de gastronomía medellinense con un toque gaucho para toda clase de visitantes: desde el ciudadano casual que quiere comer algo, hasta literatos y pensadores que lo usan como fuente de inspiración.
Para completar la historia está Fuente Azul, que inició en Junín pero que ahora ocupa un espacio en Palacé con la Avenida Primero de Mayo. Conserva su tradicional amoblamiento con sillas color crema de alto espaldar además de aquellos productos que lo catapultaron como uno de los mejores restaurantes del centro: sus sánduches, la cazuela de fríjoles, las hamburguesas, el buñuelo de libra y la infaltable Banana Split.
Hoy en día, múltiples lugares tradicionales siguen ofreciendo sus productos y perpetuando su historia en el competido mundo de la gastronomía medellinense.
De otro lado, muchos restaurantes y cafeterías que otrora marcaron época se quedan por fuera de esta lista, pero hacen parte de esa vivencia experiencial que cada visitante al centro lleva en su memoria y que le evocan, seguramente, instantes felices porque creció en medio de menús, olores y sabores.
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