En días pasados entró en funcionamiento la troncal de Metroplús por la Avenida Oriental, una obra que venía siendo solicitada por la comunidad desde hace algunos años y que por fin se materializa con el paso de los buses por el carril exclusivo destinado para tal fin. Sin embargo, a pesar de la demarcación con la que cuentan estos espacios, algunos ciudadanos hacen caso omiso a las normas de tránsito, invaden el carril del sistema masivo de transporte poniendo en peligro no sólo sus vidas sino también la de los peatones, pero además dejando en evidencia la incultura de algunos actores viales al hacerse pasar por “vivos” para avanzar a mayor velocidad que quienes si respetan las normas de tránsito.
En ese mismo sentido, también debemos mencionar cómo gran parte de las calles de la Comuna 10 se han convertido en parqueaderos públicos que dificultan la movilidad por nuestro territorio, sin importar si son vías arterias con gran tráfico o si están ubicadas en zonas residenciales. Aquí parece primar el interés particular sobre el bien común y el beneficio de la comunidad.
Y en el caso de las basuras ni se diga. A pesar de que el centro tiene el mejor servicio de aseo de toda la ciudad, con zonas en la que incluso el carro de la basura pasa tres veces en un solo día, gran parte del tiempo tenemos calles y aceras llenas de bolsas con desechos que los habitantes y comerciantes sacan al espacio público tan solo unos pocos minutos después del paso de la ruta de Emvarias.
Otro aspecto de evidente incultura ciudadana y violación de la normatividad ambiental, está dada en el ruido excesivo que se siente en gran parte del centro, tanto diurno como nocturno, por acciones del comercio formal e informal que a través de megáfonos y pregoneros promocionan sus productos y servicios, en una práctica que genera estrés a los ciudadanos y que en nada contribuye a la sana convivencia.
De hecho, esta situación que ocurre en el espacio público es generadora de una problemática más grave: el acoso callejero que se da a mujeres y niñas a través del perifoneo por parte de inescrupulosos que se encargan de incomodarlas y que además fomenta la percepción de inseguridad en el territorio.
Y así como personas con poca cultura ciudadana ultrajan a las mujeres en el centro frente a los ojos poco solidarios del resto de ciudadanos, también lo hacen los vándalos con los bienes patrimoniales, destruyéndolos y afectando a una ciudad que, aunque nos pertenece a todos, pareciera no tener dolientes que los defiendan.
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Estos son tan solo algunos casos de los muchos que en el centro de Medellín encontramos de incultura ciudadana, que demuestra la pérdida de los valores y la necesidad de trabajar en campañas que promuevan acciones más éticas y constructivas para una mejor ciudad.