Por mala manipulación, sabotaje y hasta por un choque fortuito con un vehículo, las pipetas de gas en los puestos de comida callejera en el centro, son una amenaza que puede explotar y provocar una tragedia.
Por: Alexander Barajas Maldonado
Gilberto lo dice sin rodeo, “no hay como trabajar en la calle”, y muestra con orgullo su negocio: un puesto rodante de fritos, ensamblado en acero inoxidable y con vitrina de vidrio. Porque nos lo pidió, ése no es su nombre y no diremos tampoco dónde se ubica, pero se trata de uno de los corredores más transitados del centro.
Cuando deja caer sin salpicar lo que será uno de esos pasteles de pollo con cubierta crocante que tanto gustan a sus clientes, un humo blanco, sale de la amplia freidora empotrada y ahora burbujeante, a la que calientan internamente tres quemadores alimentados por una pipeta de gas. “Es de las buenas, la tengo hace cinco años”.
Mientras dice que el secreto “está en cambiar el aceite apenas se pone medio oscuro”, no dejo de mirar la pipeta de gas, de 40 libras de capacidad, azul y coronada por una manguera naranja, que está a la vista, debajo y en un extremo del puesto de Gilberto, quien ahora me susurra. “Hace dos años me dio algo en la espalda y no pude trabajar tres meses, pero alquilé el puesto por 50 mil diarios; perdí plata pero con eso me bandié”.
Le pregunto si alguna autoridad pasa a revisarle la pipeta, comentándole el caso de las seis personas muertas en febrero, en Bolivia (el país, no la calle), por una igual que explotó en un puesto muy parecido al suyo. Responde que nunca, “si arriman, apenas preguntan por permisos y miran que todo esté limpio o que no estemos estorbando”.
Agregó que surtirse de gas es muy fácil, basta tener los 62 mil de la pipeta de 40, “que me puede durar hasta 15 días; eso sí, esto no se le puede soltar a cualquiera, hay que tener cuidado con el gas”. Antes de que empezara a responder con monosílabos desconfiados, Gilberto me había contado también que a eso de las ocho de la noche rueda el puesto hasta uno de los guardaderos “por Cundinamarca, en un primer piso que recibe motos de día; allí guardan como sesenta, entre carretas y puestos, varios con pipeta”.
Controles gaseosos
Lo que describe Gilberto contrasta tristemente con la realidad de los comerciantes formales del centro, que pagan un costoso alquiler para su establecimiento y en caso de necesitarlo, no pueden usar pipetas de gas si el local no tiene acometidas del gas natural de EPM. Eso lo sabe muy bien Carlos Quevedo, administrador del pasaje comercial Junín-Maracaibo, así como cualquier otra persona con su responsabilidad.
“Hace una semanas tuvimos que deshacer un contrato de arrendamiento porque el señor quería montar una cafetería y luego dijo que quería usar gas. Le dijimos que si era con conexión al gas natural sí, pero que era imposible con pipetas, eso está prohibido. Como le pareció muy costoso conectarse a la red desistió del alquiler y no montó su negocio”, recordó.
La norma prohíbe guardar cilindros de gas en lugares cerrados y solamente se excluyen las viviendas sin conexión al gas natural. En junio del año pasado, contraviniendo la norma, una pipeta estalló en una cafetería cercana al parque de El Poblado, también conectada a una freidora, aunque afortunadamente no hubo víctimas.
Según la Resolución 80505 de 1997 del Ministerio de Minas y Energía, tampoco deben utilizarse en áreas transitadas. En términos generales, este gas bien utilizado es seguro, pero debe hacérsele mantenimiento constante a las conexiones, los cilindros y los quemadores. La tragedia boliviana se dio precisamente por una manguera recalentada que permitió una fuga, todo en una calle concurrida, como cualquiera de las nuestras.
Las pipetas contienen GLP (Gas Licuado de Petróleo), que es una mezcla inflamable de butano y propano. Por ser inoloro e incoloro se le agrega mercaptano, la sustancia que le da su olor característico y que permite detectar fugas.
¿Una papa caliente?
Al ser consultado sobre el tema, Guillermo Giraldo, líder de una de las organizaciones de venteros del centro, comentó que “llevo 42 años trabajando en la calle y no he visto ni sabido de un solo problema por pipetas de gas”. Afirmó además que funcionarios de la Subsecretaría de Espacio Público les han dicho en varias reuniones públicas que no se van a permitir más pipetas en las calles, “pero no han sacado nada en firme ni con fechas ni opciones para los venteros. Si nos quitan el gas, ¿qué hacemos? No vamos a usar gasolina que sería peor; y para conectar la electricidad o el gas natural, EPM pide ser legales y muchos no lo son”.
La Gerencia del Centro reconoció que es un riesgo evidente; y Beatriz Villegas, de Espacio Público, coincidió en que se están sensibilizando a los vendedores informales regulados para que se pasen al gas natural. Sobre los no regulados, reconoció que también se les capacita, pero no pueden decomisar las pipetas “porque nuestro personal de apoyo no cuenta con el perfil técnico exigido por la Resolución 40246 de 2016 del Ministerio de Minas y Energía para manipulación, transporte y bodegaje”.
Según registro de la Subsecretaría de Espacio Público, 719 venteros de comestibles varios, comidas rápidas y bebidas tienen su puesto en el centro.
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