Por Juan Moreno
Alirio Tavera lleva en la sangre el gusto por coleccionar artículos de época, especialmente automóviles, bicicletas y electrodomésticos, de los cuales atesora una buena cantidad desde hace unos cuarenta años. El gran mérito, es que todo funciona. “A mí no me interesa tener aparatos que no trabajen, eso no sirve para nada. Aquí todo es operativo y original”, dice mientras activa una rocola Wurlitzer de 1950 con una canción de Roberto Ledesma, que suena a través de un disco de acetato que gira a 78 revoluciones por minuto.
Algunos de estos elementos los conserva en un local que nadie imaginaría lo que contiene, porque está resguardado por un inmenso portón metálico adornado con pintura en aerosol, en medio de dos muros que tienen los dibujos de un Packard y un Duesenberg respectivamente, un par de automóviles antiguos, la otra debilidad de don Alirio. El sitio, que alguna vez funcionó como estacionamiento público, está ubicado en la calle Bolivia entre Palacé y Venezuela, media cuadra abajo del Parque Bolívar y, por ahora, solo tiene entrada para los amigos. La idea es que, en unos meses, sea abierto a la ciudadanía y el turismo. Mientras tanto, sus invitados animan la conversación entre muebles, billares y escritorios hechos a partir de restos de autos antiguos (Cadillac, Chevrolet, Mercedes, Buick) que no pudieron ser salvados en su totalidad, pero que se convirtieron en obras de arte del ingenio para darles una segunda vida.
En el patio, un Buick Roadmaster 1954, un Chevrolet Impala 1959, una ambulancia Pontiac 1952, un Chevrolet Bel Air 1966, un Studebaker Funerario 1929, otro Impala, pero de 1960, un Mercedes-Benz 190E de 1986 y hasta un Renault 4 de 1988, todos en estado de concurso, dan testimonio de la afición de Don Alirio por los autos de época y se llevan el asombro de la concurrencia.
Una biblioteca interactiva
Durante buena parte de 2022, Don Alirio se dedicó a adaptar el segundo piso del viejo parqueadero como una inmensa casona, con puertas, ventanas y chambranas de gran colorido, amplios espacios y un ambiente rural y campestre en pleno centro de Medellín, emulando la arquitectura típica de la región antioqueña. Es una réplica de una casa de municipios como Guatapé, Concepción o Jericó. Sí, repito, en pleno centro de Medellín
La idea que él tiene es la de montar allí un espacio que cuente la historia de los últimos 50 años en la ciudad y el país, sobre todo en lo político, económico y social. Para ello se hizo a una colección de unos 400 ejemplares de textos, libros, revistas y periódicos que relatan lo vivido en Medellín en ese medio siglo. Algunos de ellos ya están montados en los estantes y se ha habilitado mobiliario para quienes deseen darles una ojeada. “Yo sé bien que nuestra historia reciente está muy ligada al fenómeno del narcotráfico y eso es innegable. Yo no pretendo hacerle publicidad a nada de eso, ni más faltaba. Pero si buscamos que nuestro devenir se sepa tal cual ocurrió, ahí están todos esos testimonios para que, quienes nos visiten entiendan qué fue lo que pasó y por qué, contado por sus propios protagonistas, sobre todo, para no repetir los hechos”, aclara Don Alirio.
Para conformar el museo de historia y el orden que tendrá, Don Alirio se documentó y asesoró de un grupo de expertos en lo histórico y jurídico, quienes fueron recomendando los textos a conseguir y la figura legal para montar el museo, una labor que tardó unos seis meses. “Lo que queremos es que los visitantes y los propios habitantes de Medellín vayan más allá de conocer el Centro Administrativo La Alpujarra o la Plaza Botero, que vengan al Parque Bolívar a ver la Catedral Metropolitana. También los invitamos a que pasen por nuestro museo de memorias, para que nos convirtamos en un referente de ciudad, donde la gente aprecie cómo eran los autos de hace 60, 70, 80 años, cómo eran las bicicletas, los pianos, pianolas, rocolas, etc. También para que a través de libros y fotografías se enteren de lo que aquí pasó en los últimos 50 años”.
Desde el último trimestre se podría disfrutar
Para que el museo esté completo, dotado y en condiciones de operar al público, Alirio Tavera calcula que se pueden tardar unos seis meses. Ya se han tenido acercamientos con el Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia para que la gente conozca que este lugar existe en Medellín y quede dentro del circuito “Let´s walk”, los recorridos que suelen hacerse con turistas caminando el centro de Medellín. “La ciudad a veces está por encima de los niveles turísticos que tiene la misma Cartagena, eso hay que potenciarlo de la mejor manera. Y turismo significa ingresos para varios sectores de la economía y que nos conozcan en Colombia y en el mundo entero”, afirma este empresario.
El Museo de Memorias, uno de los nombres que se han contemplado para el lugar, tendrá visitas guiadas, con la opción de tomare un buen café o una cerveza artesanal, mientras se camina entre los automóviles, se escucha la música de los “pianos” y se conoce la historia a través de los relatos y la lectura reposada de los textos disponibles. La idea es tener grupos de visitantes y coordinados por cajas de compensación, en el caso de los asistentes locales, y de las entidades departamentales y operadores turísticos certificados en la ciudad. “Es una oportunidad para mostrar algo bonito y diferente. El que entra aquí y cruza esa puerta, llega a otra dimensión. A uno se le vuelve paisaje, pero el que llega por primera vez, viaja en el tiempo. Esto vale la pena abrirlo y mostrárselo al público en general”, finaliza orgulloso don Alirio Tavera.
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