Por: Juan Moreno
Parece detenido en el tiempo. En su interior solo una sala de internet denota que estamos en los tiempos modernos, contemporáneos. Son cerca de 20 mesas, todas ocupadas, en las que se llevan a cabo partidas de ajedrez, el juego ciencia, el deporte que combina destreza mental, sentido de la competencia, disciplina, arte y método.
Apertura
En Medellín solo hay dos clubes de Ajedrez: el Maracaibo y este, que se llama Los Peones. Queda también en la calle que cuando se cruza con el pasaje Junín recibe el nombre de la ciudad venezolana. Es la carrera 49 con la calle 53, ahí, en un segundo piso. Nació con el siglo, hace 18 años, en esa misma sede. Fue creado para difundir su práctica y como un lugar de esparcimiento y sana convivencia entre sus aficionados, que aparte de jugar interminables partidas durante horas y horas, también charlan, se toman una cerveza, hablan de jugadas, aperturas, jaques y, cómo no, arreglan el país despotricando de sus dirigentes.
Solo hay hombres participando, la mayoría con más de medio siglo a cuestas y ya pensionados en uso de buen retiro, lo cual denota que el ajedrez fue muy popular en tiempos ya idos. René Echavarría, administrador e hijo del propietario, me dice que a veces también vienen damas, algunas con sus hijos, a aprender y a practicar este juego, que surgió, al parecer, en la India de comienzos de nuestra era. Los padres de René, Gustavo y Olga, juegan torneos departamentales, y tiene un hermano, Johann, que es Gran Maestro Internacional.
Si uno quiere aprender a jugar ajedrez puede ir sin pena a Los Peones, porque allá hay profesores que, según sus pergaminos, cobran desde 10.000 pesos la hora de instrucción para enseñar los movimientos, dónde va cada ficha, cómo es la apertura, el medio juego y el final.
Medio juego
Hay muchas formas de aprender, pero tal vez la más curiosa sea viendo jugar. En la mitad de las mesas, hay por lo menos uno o dos espectadores, que con la mano en la barbilla, no pierden jugada. Eso sí, no musitan palabra alguna, por respeto a los contendientes. No hay alientos, vítores ni barras bravas. Pacientemente esperan el próximo movimiento, que puede tardar varios minutos, penalizados cuando se juega por tiempo. Ya ven, ver jugar ajedrez tampoco es tan aburrido si uno se mete en la película.
Como cualquier deporte hay que entrenar para ser mejor. Abren desde las 10 de la mañana hasta que la gente se va, no importa si es la una o dos de la mañana o si es martes o domingo. Tienen clientes que van todo el día a jugar. Hay televisor, baño, cafetería e internet. Van a enfrentarse con el que quiera aceptarles el desafío, aunque me confiesa René, la mayoría tiene un nivel muy regular, solo un 10% son jugadores fuertes, pero eso no impide que se diviertan por horas ganando, perdiendo y apostando.
Aunque es un deporte de caballeros, a veces no faltan las discusiones, sobre todo cuando hay plata de por medio. Pero todo se salda tranquilamente, “porque ya estamos mayorcitos”.
Jaque
Un club de ajedrez también sirve para socializar, para conseguir amigos y para añorar otras épocas. El tinto y la aromática son el estimulante para pasar horas y horas de juego y conversación. Hay gente para la que el ajedrez es su vida, como para otros es el fútbol, quién creyera. A veces iba el fallecido Maestro Internacional Oscar Castro, una rock star del ajedrez al que le hacían corrillo los asistentes. También va el que solo quiere entrenar y allá le prestan el ajedrez como cortesía. Un día de estos voy a dejar la pena y por lo menos iré a aprender una técnica, porque solo sé mover las fichas por intuición, y así conseguir que el caballo no me patee, no me renuncien los peones y la reina no me dé en la torre.