Hace un par de semanas las marchas del Paro Nacional se trasladaron hacia el sur de la ciudad, impactando no solo el comercio del centro sino también el asentado sobre la carrera 43 A, desde la glorieta de San Diego hasta el parque de El Poblado.
En uno de esos recorridos, vándalos infiltrados entre los manifestantes, generaron caos en distintos centros comerciales, concesionarios de vehículos y toda clase de negocios hasta llegar a su destino en la calle 10.
El cubrimiento de los medios de comunicación fue más amplio y los videos compartidos en todas las redes se volvieron más virales, pues por primera vez impactaron un territorio que había estado al margen de las afectaciones por las marchas que permanentemente asedian al centro.
Y es que para la ciudad lo que pasa en el centro se ha vuelto “paisaje” y parece importarle muy poco a parte de la dirigencia pública y privada. Lo sucedido el pasado 28 de marzo en El Poblado no es nada distinto a lo que sufre el comercio del centro con cada marcha, lo que padecen sus habitantes que quedan en medio de las piedras y los grafitis de los manifestantes y de los gases lacrimógenos y bombas aturdidoras de la fuerza pública.
Hoy el centro parece una zona de guerra: amoblamiento urbano destruido, vidrios quebrados en las fachadas, paredes y puertas forradas en drywall, temor en cada esquina y miles de visitantes ahuyentados, lo que termina con la pérdida de más empleos.
Pero no son solo las marchas. También se han vuelto “paisaje” los graves problemas de indigencia, habitantes de calle y microtráfico. Medellín tiene su propio Bronx, muy cerca al más importante sitio turístico (Museo de Antioquia) donde las acciones de la autoridad son esporádicas y no logran solucionar de raíz estas problemáticas que se extienden por toda la comuna 10, cada vez más afectada por tráfico de drogas e indigencia, pero que pocos dolientes tienen por fuera de este territorio.
Y en infraestructura, también quedan por fuera del radar las demoras en la entrega de obras como las estaciones de Metroplús por la Avenida Oriental, las cuales deberían haber estado listas hace cerca de un año y que han tenido múltiples aplazamientos. O más grave aún, lo sucedido en 2019 con las obras de la tercera etapa de La Playa, cerca al Hotel Nutibara, las cuales se iniciaron en la administración del alcalde Federico Gutiérrez sin tener el permiso del Ministerio de Cultura y que debieron ser suspendidas por varios meses, con las afectaciones que ello conllevó a los empresarios y visitantes del centro, que solo en 2021 vieron terminadas las labores en esa zona.
O qué decir del interminable problema del deprimido de la Avenida Oriental, casi en total oscuridad y al que las soluciones de iluminación le duran tan solo unos días. También se convirtió en “paisaje” para las autoridades y para quienes a diario transitan con temor por esta vía.
Y no menos importante, la inseguridad, esa de la que también se hablaba poco hasta hace unos días, cuando a través de las redes sociales se viralizaron varios videos de extranjeros delinquiendo en un parque emblemático del centro y que escandalizaron a toda la ciudad.
No podemos permitir que todo lo que pasa en el centro se vuelva “paisaje”, porque al hacerlo seguiremos permitiendo que nuestro territorio pierda el encanto que ha tenido por décadas.
Pero cómo así, luego no tenemos y hemos tenido los mejores alcaldes del país, todos ellos presidenciables, precisamente por el inmejorable manejo de los recursos de la ciudad, dónde no roban el patrimonio público?