En la comuna 10, la más diversa y cosmopolita, la de todos, también hay espacio para las múltiples creencias religiosas que tienen asiento en las grandes ciudades del mundo.
Por: Juan Moreno
Con el levantamiento de las restricciones del confinamiento preventivo obligatorio, además de la reapertura económica, también se dio la autorización a templos y parroquias, por lo cual los feligreses de las diferentes religiones que en el centro de Medellín tienen adeptos, podrán retomar sus actividades rutinarias espirituales.
Algunas religiones con sede propia y centros de oración, otras, con practicantes que aprovechan sus espacios para entrar en comunión con su propia fe mientras viven y trabajan en esta zona. Dimos un vistazo a cómo se viven algunas de estas espiritualidades en el corazón de Medellín
Gracias al artículo 19 de la Constitución Política de Colombia, el nuestro es un estado laico y todas las religiones son iguales, por lo tanto, hay libertad de cultos y los habitantes del país pueden profesar la religión que deseen.
El catolicismo es la fe más difundida entre la población colombiana, con el 81% de practicantes, seguida por algunas ramas del cristianismo con el 11,5%, mientras otras como el judaísmo, el islam, el hinduismo, el budismo y un largo etcétera, no pasan del 1% pero tienen toda la libertad, derechos y garantías para profesar sus creencias, rituales y hacer comunidad.
En Medellín hay 323 parroquias católicas con más de mil sacerdotes diocesanos, el 86,9% de la población se considera católica practicante y los principales templos de la ciudad están en el centro, como la Catedral Metropolitana (Parque de Bolívar), Nuestra Señora de La Candelaria (Parque de Berrío) y La Veracruz, (Plazuela de la Veracruz).
Pero también algunas de las grandes religiones del mundo tienen algún tipo de representación en la Comuna 10, como el judaísmo, los Krishna, la Iglesia de Jesucristo de Los Santos de los Últimos Días y el Islam.
Judaísmo: 90 años en el centro
Los primeros grandes asentamientos de judíos practicantes en nuestra villa se dieron a comienzos de los años 30, cuando la diáspora entre las grandes guerras mundiales llegó a nuestro territorio en forma de grupos poblacionales que huían de las crisis económicas y las persecuciones en Europa. Después de poblar algunas zonas de la costa, llegaron al centro del país, especialmente a Bogotá, Medellín y Cali, donde formaron familia y se les conoció siempre por su espíritu empresarial y negociante.
El barrio Prado Centro fue un área especial para ellos, pues en su esplendor arquitectónico algunos pudientes industriales judíos tuvieron esta zona como su residencia permanente. Precisamente en el Prado de hoy en día está asentada la comunidad judía sefardí del centro de la ciudad. El Rabino Boas Fariñas, de origen venezolano y que lleva ocho años viviendo en el barrio, es su líder espiritual y tienen como sede una casona cerca a la carrera Palacé que alberga una especie de centro de difusión judía, tienen emisora online, una pequeña tienda con productos kosher que piensan ampliar e incluso adaptaron una pequeña sinagoga como espacio de oración y rituales.
“En la zona viven varios comunitarios y familias judías, así como gente a la que le interesa estudiar nuestra religión pero que no necesariamente son judíos, simplemente les gusta aprender y otros quieren convertirse y están en ese proceso y han adaptado su forma de vida, de alimentación y de vestir. Nosotros no somos proselitistas, no buscamos a la gente para que se convierta. Por el contrario, la gente nos busca a nosotros y le ofrecemos el material de estudio en nuestra sede, previo estudio de su solicitud”, afirma el Rabino Fariñas.
Se hacen rezos todos los días en el área sinagogal y se dan las clases sobre judaísmo. Tienen un censo aproximado de unas 80 personas que visitan regularmente la casa, varios de ellos extranjeros que han llegado a la ciudad y algunos de paso que buscan un espacio para expresar su creencia. Dicen estar contentos en el centro por la facilidad de acceso y de transporte, lo ven muy estratégico y están contentos por la intervención que se le está haciendo al barrio porque la seguridad ha mejorado bastante, sostienen.
“Aquí en esta sede todos somos iguales, el converso y el nativo. Nuestras leyes prohíben que le recordemos al converso que es converso y el nativo no está por encima de nadie. Todos somos judíos y ya está (…).Nunca hemos sentido antisemitismo en el centro de Medellín, es un ejemplo de tolerancia” Concluye Fariñas.
La iglesia de Jesucristo, no de los mormones
Con 16 millones de seguidores en todo el mundo, uno de los movimientos cristianos de mayor expansión en el mundo es la Iglesia de Los Santos de Los Últimos Días, conocido coloquialmente como los mormones. Fue fundada por Joseph Smith hace 190 años en los Estados Unidos y en Medellín tiene una capilla de una cuadra de largo por media de fondo también en Prado Centro. Allí desarrollan varias actividades con los miembros de la comunidad céntrica y del sector de Aranjuez, que suma unas 1600 personas semanalmente.
Allí tienen salones destinados al estudio académico del sacerdocio, formación en diferentes rangos de edad, centro de servicios y un salón ceremonial para el culto religioso, sin imágenes de seres humanos, solo un gran reloj para medir la duración de las ceremonias, en las que se ofrecen testimonios y enseñanzas sobre diferentes conductas humanas y comportamientos sociales, además de brindar pan y agua para todos los asistentes. Los fieles saludan al extraño con suma amabilidad. Llama la atención encontrar algunos servidores extranjeros, muy jóvenes, que cumplen una especie de servicio social entre las diferentes comunidades alrededor del mundo.
“Todos los servidores de la comunidad son voluntarios, nadie recibe pago. Para sostener las sedes recibimos diezmos, que equivalen al 10% de los ingresos anuales de los fieles”. Dice John Freddy Marín, Obispo de esta comunidad.
Ellos hacen una claridad y es que no deben ser considerados mormones, pues según ellos es un error histórico. Esta iglesia sí es proselitista y constantemente hacen misiones a través de los denominados “Elderes” para invitar a nuevos miembros a hacer parte del movimiento. “Para eso, el centro es un lugar estratégico, nunca nos han discriminado pues nunca obligamos a nadie a escucharnos y la comunidad del sector es muy amigable con nosotros”, dice el Obispo Marín.
El Centro Govindas, todo un estilo de vida
Radha Krpa, un simpático bumangués servidor del Centro Govindas, dice que el aspecto religioso solo es una de las actividades de ceremonias y rituales que se lleva a cabo en el edificio de cinco pisos que se ubica justo en frente del templo de la Veracruz en Carabobo. “Aquí promovemos el conocimiento del ser, se estudia filosofía, conocimiento y cultura. Todo encaminado a conectarse con el ser supremo (Krishna). Es entrar en relación con toda una forma de vida para conocerlo mediante textos sagrados del hinduismo como el Bhagavad Gita. También hacemos énfasis en que esta es una de tantas vidas que vivimos y que cada vez debemos ser mejores que en la anterior”.
Hacen mucho énfasis en el respeto hacia los otros seres sintientes, comenzando por la gastronomía, en la que no consumen carne de animales muertos violentamente. “Esa violencia se transmite al ser humano, le daña el corazón, por eso se ve tanta podredumbre en mucha gente. Aquí enseñamos a manejar las emociones, a despertar conciencia, a restringirse de consumir violencia, a descontaminarse, a manejar el ego y las emociones, porque la palabra es poderosa. Ahí si puedes conectarte con un ser superior”. Dice Krpa.
Este lugar fue fundado por el maestro krishna Srila Bhatki Bimala Harijan en 1988 para difundir la cultura Vaishnava y eligió el centro por ser una zona que manifiesta gran necesidad espiritual. El templo, ubicado en el último piso, se llama Jagannatha Mandir o “templo del señor del universo”. Realizan artiks o adoraciones cinco veces al día, ofrecen clases de filosofía Vaishnava abiertas al público todos los días y festival hindú todos los domingos con banquete vegetariano del restaurante que queda en el tercer piso y está compuesto por alimentos ofrecidos previamente en un altar. También tienen una tienda de artesanías y una biblioteca con literatura de la cultura védica. En la ciudad hay cerca de cinco mil practicantes de la filosofía Vaishnava.
Musulmanes sin mezquita
Alá y Usam vienen de un par de pueblos del Líbano, trabajan como administradores del lugar más musulmán que hay en el centro, el almacén Tierra Santa, que tiene tres sedes en esta zona de la ciudad. Con su particular acento árabe se muestran desconfiados al principio de esta entrevista, pues no llevan mucho tiempo en Medellín y les cuesta entender de qué va este artículo y por qué alguien está interesado en conocer sus creencias. Ninguno permite que su testimonio quede grabado.
Dicen que no son muy practicantes de las ceremonias del islam “porque no nos queda tiempo por estar trabajando”. Admiten que en el centro son muy pocos los musulmanes que habitan la zona y que por eso la mezquita de la ciudad queda en otro sector.
“No necesitamos una mezquita para sentirnos musulmanes. Allá vamos los viernes, pero todos los días debemos practicar las cinco oraciones a determinadas horas y si no alcanzamos las hacemos en la noche al llegar a casa”, cuenta Usam Waked, quien solo lleva unas pocas semanas en la ciudad.
A la entrada del Tierra Santa de Bolívar, cerca a la estación San Antonio del metro, hay un cuadro que preside la división con el segundo piso. Dice “Allah es el único y verdadero dios y Mohammed (Mahoma) su profeta”, como reza en el Corán, su escritura sagrada.
“A veces para hacer la oración simplemente busco un lugar limpio en el suelo y me inclino para el rezo con dirección a La Meca, nuestro lugar más sagrado, lo encuentro gracias a una aplicación que tengo en el celular”, dice Alá.
“Hacemos el ayuno del Ramadán juiciosamente (un mes), siempre llevamos nuestras creencias con nosotros, no nos molesta que nos digan turcos y nos hemos integrado muy bien a la cultura occidental y a los colombianos, disfrutamos estar aquí y jamás nos han discriminado” finaliza Usam, ya más tranquilo y locuaz.