Esa limosna que usted da de buena fe es más problema que solución: financia redes criminales y aleja al habitante de calle de su posible superación.
Por: Alexander Barajas
Dejar de entregar limosna en las calles del centro de Medellín o en cualquier parte de la ciudad es una gran iniciativa para el que solía darla y mucho más para quienes la piden. En realidad, lo es para casi todos nosotros.
Los únicos que pierden si “cambiamos el chip” y orientamos mejor nuestro espíritu solidario, son quienes viven del vicio, el crimen y la explotación de otros seres humanos. Está demostrado que cada moneda que se da como limosna, termina financiando tenebrosas redes que se lucran de la delincuencia y la drogadicción.
Cada moneda en la mano de alguien que cree encontrar en la mendicidad una forma de vida, propicia la deserción escolar en niños y jóvenes, casi siempre acompañada del abuso de alcohol, sustancias sicoactivas y la explotación sexual.
85% de las personas que piden limosna para el consumo tienen entre 20 y 45 años.
Entendiendo el alcance dañino de esta práctica tan difundida como bien intencionada, la Alcaldía de Medellín, dentro de su plan de intervención integral para el centro, lanzó la campaña “Lo que hay detrás de una moneda”, con el fin de desestimular la limosna.
Dicha iniciativa es liderada por la Gerencia del Centro y la Secretaría de Inclusión Social, Familia y Derechos Humanos. Esta última trabaja por brindar opciones de recuperación a los habitantes de calle, con un importante campo de acción en nuestra comuna y que podría alcanzar un éxito mayor si dejáramos de dar limosna.
De acuerdo con ese despacho, “cerca del 70% de las personas en situación de calle son adictas a los estupefacientes. El 90% de estos consumidores ingieren bazuco, otro 20% cocaína, marihuana, heroína y metadona”. Calcula también que entre ellas existen por lo menos 400 personas en estado crítico de adicción y alto riesgo social que deben ser reintegradas urgentemente.
Otra población que lamentablemente ha recurrido a la mendicidad en el centro como alternativa para la consecución de recursos, son algunos grupos indígenas. Se trata de una lamentable e indigna realidad que los aleja de sus territorios ancestrales y dificulta su integración armónica con el resto de la sociedad, en el que debería ser un marco de respeto y reconocimiento de nuestra diversidad cultural.
Desincentivar la limosna con campañas como ésta no busca fomentar la indiferencia ciudadana, sino dar a conocer la mejor forma de ayudar.
“Con una moneda no se quita el hambre de un necesitado, se financia al adicto para que nutra las rentas de las organizaciones criminales que están detrás del negocio de los estupefacientes”, es una de las grandes verdades que inspiran esta iniciativa, la cual se difunde además en otras zonas de Medellín donde también ha crecido la mendicidad como Laureles, El Poblado, Belén y Guayabal.
Para saber ayudar de verdad
En la Comuna 10 tienen asiento más de una docena de entidades, entre públicas y privadas, que trabajan por la dignificación del habitante de calle. Una de ellas es la Fundación Visibles, que desde 2011 acerca esta población a la oferta institucional generando lazos de confianza con el arte y la cultura. Su director, Javier Ruíz, comentó que su equipo participó en la estructuración de la campaña ‘Lo que hay detrás de una moneda’ y aclaró que “no se busca satanizar al que entrega una moneda, pero sí es necesario hacer una pedagogía de la solidaridad; muchos quieren ayudar, pero no saben cómo”. Por eso, recomienda tres acciones principales:
- No discrimine. “De nada sirve darles $100 si ni les saluda”.
- Puede donarles dinero o alimentos a través de entidades especializadas y hacerle seguimiento a esas ayudas.
- Puede ser voluntario. “Sea donante o no, así vigila el destino de esas ayudas y le da al habitante de calle lo que más escasea para él: compañía y diálogo”.
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