La Fundación, ubicada en el barrio Las Palmas de la comuna 10, busca minimizar el riesgo al que están expuestos los menores de edad residentes de Niquitao.
Por: Valentina Castaño Marín
Ser un niño en un mundo de adultos nunca ha sido fácil. Sin embargo, cuando se está rodeado por la adversidad y las problemáticas sociales, la dificultad puede elevarse drásticamente. En Niquitao, un barrio histórico dentro de la comuna 10 que se extiende a lo largo de la carrera 44, la risa de pequeños y su correr desbaratado en zapatos que no les quedan del todo bien, adornan las aceras ensombrecidas por las drogas y la carencia.
Aquí creció Yeimi Raga Becerra, viendo como el futuro de muchas de sus amistades se consumía entre humo, a la par que sus delgadísimos cuerpos desempeñaban la única tarea que parecía tener lucro en el barrio: empacar y vender papeletas de estupefacientes.
Niquitao es una zona vulnerable donde habitan alrededor de 2000 menores que necesitan oportunidades para romper con el patrón común del barrio.
Pero contrario a lo esperado, el ver a su comunidad hundirse, despertó en Yeimi un sentimiento que solo nace en los corazones bondadosos, el de querer ayudar a cambiar y mejorar el pedacito de mundo que le había tocado.
Life By Life
Después de haberse dedicado por años a trabajar en fundaciones que sentía no conocían las necesidades verdaderas de los niños de Niquitao, y de ver cómo este desconocimiento llevaba a subutilizar recursos destinados para los pequeños, Yeimi sintió que había sido suficiente y que era el momento de hacerse cargo del asunto por su cuenta.
Buscó ayuda en los contactos que había hecho durante sus años de trabajo, personas que habían visto en ella un ser humano abnegado y que conocían directamente el respeto y el cariño que sentían los niños de la comunidad por ella, personas como la hermana Marta Inés Restrepo o el canadiense Damon Weigl.
“Empecé a venir a Colombia en el 2010 para trabajar como voluntario, el rugby era mi estrategia y creció hasta que la ciudad me patrocinó para hacer proyectos en ocho de los barrios más oprimidos de Medellín. Trabajé con una fundación donde conocí a Yeimi. Gané mucho respeto por ella y desarrollamos una relación laboral rápidamente, comenzamos a hablar de crear una nueva fundación que fuera sostenible y velara por el bienestar de estos niños, conociéndolos ya no me quedaba otra opción que tratar”, recuerda Weigl, hoy cofundador y director ejecutivo de Life by Life.
Buscando alternativas
Sin un lugar donde recibir a los menores, los encuentros se efectuaron por largo tiempo en canchas y espacios abiertos del barrio. Para Yeimi, parar su trabajo con los niños no fue jamás una opción, sentía que la necesitaban.
La fundación ha visto a 5 de sus niños graduarse de bachilleres, es una profunda felicidad y esperan que el número crezca exponencialmente con los años.
El camino fue largo y lleno de baches. Katherine Ballesteros compañera en la carrera de Licenciatura en Matemáticas de Yeimi y hoy directora de educación de la fundación, se mantuvo a su lado durante todo el proceso motivada por nada más que las caras felices de los niños al verle.
A finales de 2015 y comienzos del 2016, Life by Life adquirió su primera sede oficial en una casona del barrio Las Palmas que colinda con Niquitao, a Yeimi le gustaba la idea de que los niños se alejaran de esas calles familiares así fuera tan solo unos metros.
El proceso con los niños
Hoy, la fundación Life by Life recibe niños del sector de Niquitao, en edad escolar hasta los dieciocho años y en contra jornada, es decir quien asiste a la escuela en la mañana se dirige a Life by Life en la tarde y viceversa. Aquí a los niños se les proporciona refrigerio, se hacen paseos, bazares, se celebran sus cumpleaños y navidad, tienen acceso a terapia psicológica, se hacen reuniones de avances con sus padres, se brinda refuerzo escolar, clases de inglés y se les aconseja el mejor camino para alejarse del futuro al que el barrio parece a veces obligarlos.
“Hemos llegado al punto en que no podemos fallar. Nuestros niños crecen en un entorno permeado por la violencia, las adicciones, enfermedades mentales y explotación sexual infantil. Actualmente Life by Life es la única fundación para ellos en el barrio Niquitao”, explica Weigl.
Y si bien es duro ver cómo no siempre se cumple con el objetivo, y que a veces los jóvenes vuelven a entornos peligrosos donde sus derechos se vulneran, la fundación tiene claro que las vidas se cambian una a la vez, como lo estipulan en su slogan.
Al preguntarles a los miembros de la fundación por lo que vislumbra para su proyecto, expresan con total seguridad: “Hay 60 niños, queremos llegar a 80, a 100 y sacarlo otra vez para la calle, para esto hacen faltan refrigerios, no puede quitársele a unos para darles a otros. Queremos que nos ayuden, estuvimos en reunión con la Alcaldía para mostrarles el proyecto, porque nosotros conocemos, sabemos, cual es la necesidad de la comuna 10, la necesidad de Niquitao. La fundación tiene su equipo de trabajo, sin plata o con plata han estado aquí, les duele, no es por plata. Creemos que el proyecto va a explotar, que la Alcaldía o cualquier empresa va a ayudar, porque saben la necesidad del barrio pero no saben aún quién llega allá, nadie ha llegado, nosotros lo estamos haciendo poco a poco. No sé si somos muy creyentes pero sabemos que va a explotar.”
Dentro de Life by Life, los jóvenes tienen un espacio seguro donde pueden explotar su creatividad y expresarse como lo que son, niños. Lejos de la crudeza de las calles.
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