El tratamiento de los vertimientos a las quebradas del Valle de Aburrá y al río Medellín empezó en los años 80, pero la puesta en funcionamiento, hace 20 años, de la primera Planta de Tratamiento de Aguas Residuales (PTAR) marcó un hito para la vida en las corrientes y un cambio en la actitud ciudadana hacia ellas.
La fetidez era insoportable, en especial en los veranos, porque allí iba a parar todo el contenido de alcantarillados residenciales, comerciales e industriales, además de gran cantidad de basuras. Por eso, EPM contrató en 1981 un estudio para determinar cómo sería el sistema de recolección y tratamiento de las aguas residuales generadas en el Valle de Aburrá y dónde deberían construirse las plantas para tal fin. Cinco años después, en 1986 empezaron algunos programas en quebradas y para 1991 ya se trabajaba en el sur, con el fin de llevar esos caudales a la futura Planta de San Fernando, en Itagüí.
Ese año llegó a EPM el ingeniero civil León Arturo Yepes a trabajar en el área de acueducto, sin imaginar que 26 años después estaría al frente de este programa como gerente de Aguas Residuales.
Lo que hace San Fernando
Hace 20 años era casi imposible encontrar vida acuática en el río Medellín, pues el oxígeno disuelto por cada litro de agua era cercano a cero miligramos. Lo mínimo para que haya vida en estas corrientes es que se encuentren por lo menos cuatro miligramos por litro y con siete se puede decir que una corriente está descontaminada. Cuando entró en funcionamiento la PTAR (planta de tratamiento de aguas residuales) San Fernando el río Medellín empezó a mostrar, en la zona de influencia de la planta, unas cantidades superiores a cuatro miligramos por litro.
Gracias a la ampliación y modernización que se realizó entre 2016 y 2019, el tratamiento de aguas residuales en San Fernando ganó en capacidad y calidad. El proceso puede parecer complejo, pero paso a paso se entiende mejor.
Inicialmente, las aguas residuales de Envigado, Sabaneta, La Estrella, Itagüí y una pequeña parte de Medellín entran a una trampa de grava, donde se extrae el material más pesado —que evita daños a otros equipos más adelante— con una cuchara similar a las que son usadas para dragar y se hace un proceso de extracción de olores, que disminuye la fetidez. El agua pasa luego a la zona de cribado, en la cual se extraen algunas basuras y otros sólidos flotantes que son compactados con posterioridad.
Luego el turno es para los desarenadores, donde las arenas son extraídas y pasadas por una tubería con agua hasta la zona de lavado, para remover el material orgánico y compactarlo antes de su disposición final.
El agua llega entonces al sistema de lodos primarios, donde se hace la extracción de este material. Así, el agua, ya con unos niveles de limpieza más altos de lo exigido por las normas ambientales, está listo para ser entregado al río Medellín.
Yepes agrega que “en este momento nos encontramos construyendo un proyecto muy importante, el interceptor que nos va a permitir recoger las aguas residuales del municipio de Caldas y transportarlas hasta el interceptor que hay en Sabaneta, con lo cual vamos a llevar todas las aguas residuales del sur del Aburrá a nuestra planta de San Fernando”.
La topografía ayuda
Pero San Fernando, Aguas Claras (ubicada en Bello e inaugurada en junio de 2019) y otras PTAR proyectadas no serían nada sin el entramado subterráneo que recoge las aguas residuales. Y la mayoría del sistema funciona por gravedad, toda vez que las montañas a lado y lado del río y la inclinación del valle, de sur a norte, ayudan a que el proceso no requiera bombeo.
Los ductos que transportan las aguas residuales suman cerca de 4.600 kilómetros, algo así como hacer una tubería que cubra más de diez veces la distancia de Medellín a Bogotá. “Esta es una infraestructura muy importante que nos permite transportar esas aguas residuales a las plantas de tratamiento. En San Fernando tratamos alrededor de 1,6 metros cúbicos por segundo, lo cual representa más o menos el 20% del caudal de todo el Valle de Aburrá”, indica León Arturo Yepes.
La limpieza cada vez mayor de las aguas de las quebradas y del río Medellín hace que los habitantes de la región hayan vuelto de nuevo a darle la cara a estas corrientes. A orillas de las primeras se han desarrollado algunos parques lineales, mientras que cerca del segundo, en las tres últimas décadas crecieron proyectos públicos y privados. “Y sabemos que hay una cantidad de proyectos que se siguen enmarcando en ese desarrollo que se puede hacer alrededor del río gracias al saneamiento”, asegura Yepes.