María Elsy Amparo Suárez Mira, o ‘La madrecita’ como muchos la llaman, es una mujer de tez bronceada y sonrisa resplandeciente. Si alguien se topa con ella en su hábitat natural, las calles del centro de Medellín, seguramente la verá de gorra o sombrero y llevará a cuestas un morral de buen tamaño repleto de elementos.
Dentro de este siempre hay máquinas de afeitar, delantales, microporo, gasas, alcohol, ungüentos, medicinas, alimento y cualquier tipo de objeto que pueda serle útil en su tarea diaria: ayudar a aquellos que por decisión o destino habitan las calles del centro de Medellín.
No todos se le miden a una tarea como esa, mal vista y mal paga en todos los sentidos, ¿cómo terminó entonces por ser la cotidianidad de María Elsy?
Cambio de paradigma
Hoy en día, el centro es el hogar predilecto para una población tabú en todo aspecto. Los habitantes de calle, personas que han optado por hacer del espacio público su morada. Caminan, duermen y comen en este territorio más que en cualquier otro de la ciudad.
Su ropa desgastada, higiene descuidada y hábitos de consumo de estupefacientes, los han vuelto marginados ante la mayor parte de los ciudadanos. Sin embargo, por mucho que estorben o quieran ignorarlos, este grupo poblacional no desaparece. Por el contrario, en los últimos años ha aumentado considerablemente, pasando de unos 3.000 antes de la pandemia a unos 7.000 actualmente.
Hace un par de décadas, Maria Elsy era como tantos otros que solo ven a los habitantes de calle como indeseables. Este discurso deshumanizante era el único que conocía, “Algo que yo detestaba en la vida eran los habitantes de calle, sí, uno tiene que reconocerlo. Pero ellos me dieron una lección de vida muy grande”, comenta.
Maria Elsy se refiere al día en que quien era su esposo, Jorge Restrepo Jurado, hoy fallecido, colapsó por un preinfarto justo en el cruce de la avenida Oriental con La Playa. Pese a que su mal estado de salud era evidente, todos pasaban de largo, ocupados en sus vidas, deseosos de que cualquier otro se encargara del problema. Fueron dos habitantes de calle quienes agarraron al hombre de brazos y piernas y lo entraron como pudieron a la clínica Soma, donde pudo recibir la atención que necesitaba.
“Un ejemplo muy grande porque para mí ellos eran como basura. Llegué a la Soma y me encontré con los dos hombres, uno era médico y el otro periodista, ellos fueron quienes le salvaron la vida. Me quedé hablando con ellos, me entregaron el maletín de mi esposo donde estaba todo el dinero que él llevaba para pagar nómina en SaludCoop donde trabajaba. Y ahí yo me les arrodillé, les pedí perdón, les dije que me había equivocado con ellos, a lo que respondieron que no todos eran iguales, que era muy fácil caer en la droga, pero demasiado difícil salir”.
El esposo de Maria Elsy se recuperó del incidente, y ella no esperó demasiado para decirle que quería comenzar a trabajar por los habitantes de calle, “Quería que hubiera un cambio de chip y ese nombre de desechables, indigentes, basura, quedara atrás”.
Una labor ardua
En los 20 años que se ha dedicado a dignificar la condición de los habitantes de calle del centro, María Elsy ha sido activa en diferentes instancias, por ejemplo, fue representante de la población ante el Consejo Comunal de Planeación de la Comuna 10, también participó en el Comité Gestor del Plan de Desarrollo y fue secretaria de la Mesa Ambiental.
Sin embargo, hoy prefiere cumplir con su vocación al margen de las instituciones.
“Mensualmente hago un teletón, comienzo a recoger donaciones a principio de cada mes y cuando inicia el siguiente lo reparto. Cada que puedo, si mi salud u otros compromisos no me lo impiden, salgo desde las siete de la mañana con mi maletín colgado y comienzo a caminar. Cuando veo a alguno tirado me le acerco, le pregunto si necesita algún tipo de curación o un corte de pelo y, si es necesario, llamo a la línea de atención que tiene el deber de pasar a recogerlos y llevarlos a un centro asistencial”, explica Elsy.
Esta mujer está completamente segura de que no se necesitan cursos, protocolos o estricta dirección para ayudar a estas personas, para ella basta con acercarse con amor y verdaderos deseos de tender la mano para obtener la mejor respuesta de su parte.
“Seguiré en esto hasta que me den las fuerzas”, concluye La Madrecita, y también les recuerda a todos que siempre pueden poner su grano de arena, ya sea con su presencia o recursos, para aportar a esas causas sociales que parecen insolubles pero que en realidad solo necesitan un cambio de mentalidad.
Por Valentina Castaño
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Linda labor , quiero contactarme con la señora Elsy,gracias.