En los locales de la calle 49A con carrera 44, los zapateros, organizados un local tras otro, se esmeran en hacer un buen trabajo para que los clientes siempre quieran volver.
Por: Luisa Fernanda Rodríguez
Fotos: Omar Portela
Una vía corta y curva, ubicada detrás del edificio central de Comfama y del Club Medellín (calle 49A con carrera 44), es la ‘calle de los zapateros’, vía que anteriormente era el hogar de habitantes de calle y que lucía descuidada por las dinámicas sociales que lo anterior conlleva.
Durante la última década del siglo pasado ya existía allí una renovadora de calzado, pero la zona no era acogedora por ser insegura, por sus malos olores y tener mal aspecto. Sin embargo, empezó a ser poblada poco a poco por diferentes zapateros hasta lograr lo que es hoy, un sitio seguro y reconocido por el buen trabajo de quienes trabajan allí.
John Jairo López vino de Cali, su ciudad natal, a buscar mejores oportunidades a Medellín. Se estableció en un pequeño local de Ayacucho, donde se dedicó a la reparación de chaquetas y bolsos, pues sabía coser un poco. También se especializaba en abrirle huecos a las correas. Luego de 12 años de tener su negocio, tuvo que irse de ese local por el alto costo del arriendo.
Hace 11 años, un día cualquiera empezó a caminar para buscar el nuevo espacio y llegó a la característica calle curva, ahí encontró un sitio que se acomodaba a su presupuesto, lo tomó con dinero prestado y arrancó casi de cero con su negocio para reparar zapatos.
“La calle era muy sola, había mucho vicioso, mucho loco, mucho gamín que dormía aquí en la calle. Entonces yo empecé a venir temprano para poderlos parar… llegaba a las 7:00 de la mañana, los levantaba de buena manera… Yo les decía que no se quedaran en la calle, que no consumieran (drogas). Empezamos a hacer algo de aseo, a no dejar que tiraran basura”, recuerda el propietario de ‘Reparaciones El Caleño’.
En aquella época había un potrero que hacía las veces de parqueadero y por ahí mismo pasaban los buses hacia Buenos Aires. “Todo eso era una locura, añadió
Enrique Bustos, dueño de la Renovadora de Calzado Italia, quien lleva seis años con su local en la singular calle. Sin embargo, aclara que el establecimiento antes era de otra persona a la que se lo compró y, en total, su local tiene aproximadamente 30 años de funcionamiento.
Con el paso de los años la administración municipal arregló el sector, se pavimentó la vía y se eliminó el parqueadero;, además, se trasladó la ruta de buses y “esta cuadra se volvió un paraíso”, aseveró el zapatero Bustos.
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El mejoramiento
El proceso para mejorar el entorno no estuvo a cargo de la Alcaldía exclusivamente, sino de los emprendedores que también hicieron su aporte.
Cuando John Jairo López llegó a esa cuadra había otra zapatería, con casi 20 años de existencia. Pertenecía a unos señores “que eran amigos del licor y las mujeres”, por lo cual, aseguró, el dinero no les alcanzaba y tuvieron que venderla.
El sentido de pertenencia de los zapateros con el sector ha hecho que la calle curva, que ahora los identifica, sea un lugar seguro y de mayor transitabilidad para peatones.
A partir de eso, el vallecaucano vio que se le podía dar otro manejo al negocio y comenzó a organizar la metodología para administrar el establecimiento. Adquirió un software para la facturación, a los zapatos y a otros elementos que llevan sus clientes les pone la fecha y la hora en que son llevados para reparar, les toma una foto y así pueden identificarlos facilmente cuando deben entregar el producto listo.
A medida que pasaba el tiempo la remontadora iba prosperando, de manera que su dueño fue alquilando más espacios en esa misma cuadra, hasta alcanzar un total de seis, cada uno con su propia contabilidad y administración, pero con un mismo nombre y buen servicio. Paralelamente el entorno iba mejorando.
“Cuando arranqué aquí mi sueño era que esta calle fuera identificada como ‘La Calle del Calzado’, por eso he ido consiguiendo negocitos aquí, más y más”, sostuvo el emprendedor caleño.
Antes de la pandemia, se contaban nueve locales en la particular curva, de los cuales seis eran de un solo dueño;, sin embargo, la prolongada cuarentena le obligó a desocupar uno de estos seis. En toda esta vía se generan alrededor de 25 empleos.
Cada noviembre, López y sus empleados, desocupan los locales, los lavan, al igual que la calle y los avisos externos. Además, los pintan por fuera y por dentro y ponen los adornos navideños, asegurando que la experiencia de sus clientes siempre sea satisfactoria.
Una calle con vocación
En Medellín no hay otra vía con la identidad que tiene esta calle. En el centro existen otros puntos donde desempeñan sus labores otros zapateros como en Palacé, entre las calles 45 y 47, donde además hay peleterías, pero allí trabajan en el andén y no en locales organizados.
En esta calle se mezcla toda clase de historias. Están quienes con algo de experiencia en este servicio, que pocas veces puede conseguirse en otros puntos de la ciudad, buscaron la independencia económica y lograron sumar experticia. Enrique Bustos es uno de ellos, pues anteriormente había trabajado en una renovadora de calzado y consiguió un local en venta, justo como lo había soñado.
También, están Maryluz Jaramillo y su hermano (propietarios de Reparaciones M & M), quienes trabajaban en una importante fábrica de productos de cuero, pero soñaban con tener su propio negocio.
Y finalmente, aunque no menos importante, están quienes encuentran en esta vía la solución de reparación a productos de los que no se quieren desprender, sea por algún valor sentimental o por la calidad de sus materiales. Para Juan Fernando Gómez, un joven comerciante del sector, este punto es su primera opción cuando debe arreglar algún zapato. Y aunque no vive en el centro de Medellín, se desplaza hasta la calle sin inconveniente por la calidad del servicio.
Y aunque los zapateros reconocieron que la cuarentena obligatoria, estipulada por las autoridades a raíz de la declaratoria de pandemia por el COVID-19, les trajo dificultades económicas, la reactivación económica les ha dado un respiro e incluso pudieron llegar a acuerdos de pago con los propietarios de los locales para reabrir sus puertas.
Sin embargo, aún en los momentos más complicados de cierres en La Candelaria, ninguno quiso buscar un local en otra parte de la ciudad, debido a que esta calle ha ganado prestigio por la seguridad, por la calidad del trabajo, además del excelente servicio al cliente y los precios competitivos en cada establecimiento, lo que la caracteriza como un punto de referencia en la comuna 10.