La Agencia para la Gestión del Paisaje, el Patrimonio y las Alianzas Público-Privadas (APP) se ha encargado de traer de regreso a la memoria de la ciudad una de sus principales vías históricas.
La carrera 52A ha tenido tantos nombres como oficios, algunos distinguidos como “La calle de los Restrepo”, otros vergonzosos como “La cuadra de las putas”, y el oficial, La Alhambra. Se trata de una calle histórica que va desde Amador hasta Ayacucho, desembocando en el Palacio Nacional construido por Agustín Goovaerts en 1925.
Aunque en sus inicios esta vía se pensó para ser residencial y albergaba a familias de clase alta, felices de vivir en el sector comercial de Guayaquil, en La Alhambra de hoy ya no hay ricos, pero tampoco prostitutas, alcohólicos o bandidos. Permanecen, eso sí, los comerciantes. Las viejas viviendas que alguna vez fueron habitadas por ilustres hombres de negocios, ahora son cigarrerías, bodegas, pequeñas cafeterías y hasta centros comerciales.
Sin embargo, el inclemente paso de los años había hecho estragos las fachadas de estos predios. Ante esta situación, y buscando recuperar más espacios del centro para la ciudadanía, la agencia APP, que se responsabiliza por la recuperación del paisaje y la protección de los Bienes de Interés Cultural en Medellín, decidió encargarse de la gestión de un proyecto para la intervención de estas edificaciones.
Trabajo de la mano con los dueños
Antes de realizar cualquier trabajo de recuperación en la fachada de los más de 30 inmuebles que ocupan La Alhambra, fue necesario realizar un diagnóstico de estos. Los deterioros encontrados se pudieron asociar a temas ambientales, climáticos y sociales, pero también a factores antrópicos que por intervenciones inadecuadas habían desmejorado la calidad estética y estructural de los inmuebles.
Se buscó entonces la ejecución de un proyecto para dar sostenibilidad a las fachadas de estos bienes de interés cultural, valorando las asociaciones históricas, estéticas y simbólicas de los inmuebles. Se les dio el debido mantenimiento de limpieza y acabado necesarios para el embellecimiento de su arquitectura y se generaron procesos de transformación en lo social y cultural que permitirán en el mediano plazo la apropiación de este espacio por parte de la comunidad.
El área de intervención seleccionada fue de 2817 m2 y se definió que los dueños de los inmuebles harían un aporte del 20% del total de los costos del proyecto. Sobre el acercamiento a estas personas, Daniel Madrigal Arango, subdirector de Paisaje y Patrimonio de la APP, comenta que “Cuando hicimos el acercamiento tuvimos la ventaja de tener varios proyectos ejecutados, entre esos la cualificación del paisaje de Junín, entonces para muchos no era algo desconocido. Igual cada territorio tiene su complejidad y en un área comercialmente tan rica y dinámica, cualquier intervención uno supone que generará rechazo, pero la respuesta fue muy positiva. Se estuvo en permanente conversación con los dueños y se pospuso la intervención para no hacerla en diciembre y no afectar su ejercicio comercial”
Se recuperaron los elementos de fachadas que estaban en mal estado, se hizo un mantenimiento general, hubo reposición de elementos arquitectónicos, que en algunos casos se hace con revoque y en otros con pañete, también cambio de vidrios, arreglo de tejas y humedades, reparación de elementos de carpintería, pintura exterior y, finalmente, cambio en los avisos de identificación para generar un paisaje más homogéneo.
Qué piensa el público
Hoy, quienes caminan por el sector de La Alhambra, pueden observar la arquitectura histórica resaltada por pintura nueva y brillante de colores pastel. Para escoger esta paleta de colores se hizo primero una propuesta con diferentes alternativas preseleccionadas por la APP. Esta se analizó con los comerciantes no como un tema individual, sino teniendo en mente que se trataba de un conjunto arquitectónico.
Y si bien quienes frecuentan el centro se sienten satisfechos con las mejoras, los colores escogidos han generado opiniones diversas.
“La intervención de esas fachadas es una iniciativa necesaria porque se estaba saliendo de control el tema de anuncios y letreros de negocios, afectando el valor estético e histórico de estos edificios del siglo XIX. En sí es una apuesta muy bacana pero la paleta de colores no atiende al entorno, hay intervenciones más sobrias y coherentes como Ferrocarril y Vásquez y Carré, mientras que estos tonos pastel irrumpen en el paisaje”, opina Juan David Toro, estudiante universitario y visitante frecuente del centro.
Por su parte, Juana Ochoa, comerciante del sector, concluye que “aquí estamos felices con todo lo que se ha realizado en la zona para mejorarla. Desde que se peatonalizó la vía ha mejorado mucho la clientela. Aunque el local no es mío y no participé en escoger los colores, pienso que resaltan la zona y a la mayoría nos tiene muy contentos”.