Por: Valentina Castaño
Todos los días, desde las seis de la mañana, cuadrillas de funcionarios de Espacio Público y Emvarias recorren el centro de la ciudad despertando a las personas que duermen en los andenes y desarmando sus cambuches rudimentarios. A quienes no logran levantar, el sol abrazador luego parece derretirlos sobre el pavimento. Pese a la aparente hostilidad de aquellas calles, este territorio es, de acuerdo con cifras de la Secretaría de Inclusión Social, el favorito para habitar de quienes no tienen techo.
A pesar de la política de atención a esta población que maneja la Alcaldía de Medellín, las comunidades de los diferentes barrios de La Candelaria, y sus visitantes, se quejan constantemente de los problemas de convivencia que ocasionan en su territorio los habitantes de calle.
“No entiendo por qué parece que no hubiera consecuencias para ellos. Es como si el barrio se hubiera vuelto una zona de tolerancia y la administración estuviera de acuerdo con ello”, cuenta Ligia Cecilia Rojas, habitante y comerciante del sector de San Benito.
Más que un problema de discriminación o intolerancia, los comentarios surgen a raíz de las inconveniencias como el consumo y venta de estupefacientes, las riñas, los hurtos y otras dinámicas criminales que se originan en torno a estos individuos.
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¿Por qué parece que su forma de vida prospera más en la comuna 10 que en cualquier otra de Medellín?
Testimonios desde la calle
César Madrigal tiene 38 años y habita la calle desde hace ya un par de décadas. Para él, el centro es su hogar y sitio de trabajo.
“Si de repente uno coge para un barrio, aunque puede encontrar plazas de vicio, no va a ser sencillo conseguir bazuca. La paranoia no es fácil de llevar en esos sitios, en cambio en el centro, las drogas son un mercado como tal. Te venden tu herramienta (pipa), nadie te jode; antes te cuidan, nadie le puede pegar a otro porque sos el que está comprando y consumiendo”, explica.
Como él, son cientos de personas que pasan sus días en una única cuadra que todos conocen con el nombre del Bronx. En este tramo de vía, ubicado en el cruce de la carrera Cúcuta con la calle La Paz, los adictos encuentran las taquillas de venta de estupefacientes abiertas 24 horas.
“Casi todos los habitantes de calle del Bronx salen de allí únicamente para hacer vida, es decir, rebuscarse la plata con el reciclaje o la mendicidad. Y como hay tanta gente en el centro, si de repente cojeas un poquito, no falta la mamita con corazón misericordioso que te brinda absolutamente todo”, continua Madrigal.
Frente a las facilidades que ofrece el centro para los habitantes de calle, el fotógrafo y líder del colectivo social Everyday Homeless, Jorge Calle, quien por años ha retratado y trabajado en pro de esta comunidad, opina: “El centro es muy impersonal, es un espacio de convivencia ciudadana, es el barrio de nadie. No en cualquier lado se permite lo que allí. Sí o sí, la extrema pobreza debe albergarse en algún lugar. Todas las ciudades que están inscritas dentro del capitalismo tienen este fenómeno porque las drogas son un mercado rentable que no se va a extinguir”.
La estrategia de la administración
Desde la Alcaldía de Medellín se cuenta con un sistema de atención integral para los habitantes de calle, su foco de operación está en la comuna 10. Las acciones que realizan para el acompañamiento de individuos van desde la sensibilización con educadores en calle, hasta jornadas interinstitucionales diarias para el desmonte de cambuche y la atención integral en los diferentes sectores del centro.
Sin embargo, los puntos para esta atención, localizados en el barrio Colón, San Juan con la Oriental o Estación Villa, generan aglomeraciones a su alrededor que para muchos parecen ser contraproducentes.
Ante esto, voceros de la Secretaría de Inclusión Social, argumentan que “No tenemos otros puntos de atención fuera de la comuna 10 porque no hay la cantidad de población
que justifique la inversión en infraestructura para atenderlos. Nosotros creemos que no hay correlación entre tener un punto de atención y que la población esté en el sector. Está
más ligado al factor de mendicidad, reciclaje y consumo de alucinógenos”.
Pero, incluso los mismos habitantes de calle están en desacuerdo con ello. “Estamos aquí porque es donde tenemos la fácil. Nos dan comida, se puede gibarear, robar, matar, de todo.
Aquí están las plazas y no hay leyes, en los barrios sí”, concluye Carlos Jiménez, habitante de calle del Bronx.
De acuerdo con voceros de las asociaciones de comerciantes del centro, mientras la oferta institucional siga enfocada en la comuna 10, no se tomen acciones de seguridad para dar fin a las plazas de vicio, y además, la comunidad no entienda que la limosna condena a estas personas a permanecer en la calle, los espacios públicos del territorio seguirán siendo el hogar de unos cuantos y no para el disfrute de todos.
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