Por: Redacción Centrópolis
Este proyecto de la Secretaría de Inclusión Social está transformando las vidas de quienes las daban por perdida.
Después del accidente en Valencia (Venezuela), Doris Montoya creyó enloquecer. ¿Qué iba a ser de su vejez con esa discapacidad?
“La moto que me atropelló me dejó daños en los pies y en ese país la atención no es buena. No caminaba bien, estuve tres años sin hacer nada”, relata la paisa de 55 años y madre de tres hijos.
“La falta de capacitación laboral en personas con habilidades distintas genera discriminación”: José Antonio Parra
Sin embargo, hoy Doris es una de las casi 100 personas con alguna discapacidad, víctimas del conflicto, comunidad LGBTI, afrodescendientes e indígenas; que gracias a la Escuela de Inclusión trabajan y se sienten de nuevo con un lugar claro en la sociedad, en sus familias y en sus propias vidas.
“Es un proyecto para fortalecer las oportunidades educativas en personas en situación de vulnerabilidad y para superar condiciones de pobreza ligada a la discriminación social por barreras físicas, culturales, políticas o económicas”, señaló Luis Bernardo Vélez, secretario de Inclusión Social. Agregó que la clave es capacitar no solo en aspectos técnicos, sino en ‘habilidades blandas’: compromiso, responsabilidad, creatividad, relacionamiento social, etc.
Uno de esos empresarios aliados es el español José Antonio Parra, gerente de Lavanderías Ilunion, empresa de la Organización Nacional de Ciegos Españoles (Once) que inició operaciones en Medellín en enero.
Según Parra, quien tiene una discapacidad desde 1988, “las personas no tienen discapacidades sino habilidades diferentes, por eso siempre las integramos”, precisó el empresario quien cuenta con cerca de 30 empleados de la Escuela.
Empresas como Prebel, Jardín Botánico, Crepes & Waffles, Sodexo y Sky, han abierto sus puertas al proyecto.
Ahora Doris Montoya está feliz, la Escuela cambió su vida. Levantarse desde hace tres meses a trabajar en la lavandería de Ilunion, pese a los efectos de aquel accidente en Venezuela, la hacen sentir “una mujer nueva, útil y con todas las posibilidades de cumplir el sueño de mi vida, conseguir una casa”.