Hablar del centro de Medellín, para sus visitantes, puede significar comercio, servicios, desorden y olvido, pero para quienes viven en este, significa tradición, cariño y opciones ilimitadas. Esta es nuestra versión de la Placita de Flórez. Un lugar contado por la comunidad y retratado por el lente enamorado de un amante del centro.
“Algunos creerán que hay un error al escribir Flórez, con Z, pero nosotros sabemos que es en honor el fundador de nuestra plaza, el señor Rafael Flórez. Aunque… es normal que con tantas flores se crea que el nombre viene de lo que vendemos”. Él, 37 años. Se reserva su nombre. Arma con destreza un ramo y cuenta que esto ha sido tradición en su familia durante varias generaciones.
“La Placita de Flórez hace parte de nuestra historia barrial, es nuestro orgullo, nuestra abastecedora y el lugar de encuentro con nuestros vecinos”. Julio, 47 años. Conversa con un amigo mientras observa a lo lejos los puestos de verduras y hierbas.
“La plaza ya tiene más de 120 años y yo espero que hasta mis nietos sigan mercando acá, es que todo es fresco, barato y lo mejor es que te llaman por tu nombre, te conocen, te saludan y eso ya queda en pocas partes” Berenice, 60 años. Lleva de la mano a su nieta menor, quien quiere que le compre una caja de madera para hacer un regalo.
“Antes esta era la única plaza cubierta, ya hay varias en Medellín, pero ninguna alcanza la belleza que tenemos acá y lo mejor es que es patrimonio” Don Ernesto, 60 años. Comprador de hierbas aromáticas. Suspira mientras señala un letrero que demuestra lo que está diciendo.
“A esta plaza le ha entrado mucho competencia, pero nosotros seguimos prefiriendo su carne, las verduras, las frutas… no hay como este sitio”. Doña Elcy, no comparte su edad. Aparenta 70 y sonríe pícaramente mientras agrega a su bolsa la ñapa que le ofrecen.
“Mientras se camina entre manojos de hierbas y frutas, pocos recuerdos quedan del pasado de este lugar: me han contado que acá se hacían corridas de toros, que fue estación de policía, que hubo un convento y hasta una escuela de niñas” Gloria, 59 años. Desde que se jubiló viene todos los días a comprar el algo y a conversar con la gente.