En el Centro de Medellín hay un tour que nos guía por la telaraña que tejen cinco librerías independientes. En esa iniciativa que ya cumplió dos años se conjugan las cinco puntas de una estrella perfecta: libro, librería, librero, lector y la romántica magia del centro de la ciudad.
10:00 a.m. de un sábado cuyo sol era sólo una gambeta para esconder la tempestad de la tarde. En el icónico Parque Berrío, el caraqueño Rodnei Cásares espera a quienes aceptamos el tour, un grupo de 30 lectores que lo seguimos como un cardumen por la Calle Colombia hasta girar a la derecha por el Pasaje La Bastilla y llegar a la primera parada: El Centro Comercial del Libro y la Cultura.
Este Centro de cuatro pasadizos comunicados reúne cerca de 50 puestos de ventas de libros y discos; libros nuevos y leídos; discos casi todos oídos repetidamente gracias al interminable rasgar de la aguja en el acetato. Pero vamos directo al segundo piso, menos habitado que el primero, y en donde los libreros -según comenta sin quejas Bárbara Lins- pasan hasta una semana sin vender un solo cuento.
Bárbara Lins es un nombre tan perfecto que sólo puede ser artístico. Y lo carga en su vida una librera y poeta que nos recibe muerta de risa, llena de anécdotas y con un apacible rostro que sólo muda a taciturno para recitar de memoria alguna estrofa o leer, al azar, una pieza inspirada por un oráculo inexplicable; sus poemas son de flores, pájaros de colores y agua que canta. A este Centro llegó con cuatro cajas de libros hace tres años y allí se instaló sin fecha de vencimiento bajo el aviso: Librería La Hojarasca. “Mis primeras patrias fueron los libros. Y, en menor grado, las escuelas”. Con esa frase de Margarite Yourcenar, nos despacha Bárbara a nuestro próximo destino.
La mujer es un valor predominante en la escena librera de Medellín, nos asegura Cásares, que ya caminó la ciudad varias veces de estante en estante, de libro en libro. En estas cinco librerías recorridas es portentosa la presencia femenina.
Segunda parada
Segunda parada: Librería de la Universidad de Antioquia. Por Ayacucho cruzamos la Avenida Oriental, esquivamos la carreta fluorescente de mangos, pitahayas y piñas, y nos enfilamos hasta el edificio de la U. de A. en San Ignacio, casa del imponente Paraninfo. De nuevo, una mujer con voz tranquila: “leer te hace más inteligente”, dice firme Gladys Grajales, quién lleva atada a los libros y las librerías varios años y que fue semilla de la librería a la que hoy visitamos. Ella, sin sacar sus ojos de aquí, sigue atenta a los volúmenes de otra librería del Alma Máter en el edificio de extensión en frente del campus universitario.
En este primer piso fresco y de techos altos los estantes priorizan las editoriales universitarias (¡qué tal que no!), los escritores colombianos, antologías, biografías y ciencias sociales. En sus 20.000 títulos también hay espacio para textos científicos y de investigación. Datazo: todos los días hay 15% de descuento en la colección completa y un poco más para algunos elegidos.
Tercera estación
Tercera estación: La librería de la Pascasia. Es la puerta de entrada de un centro cultural que promueve las artes en su sentido más amplio y de cuyas paredes se dice que años atrás protegieron discretamente los afectos propios de una complicidad de lupanar. Pilar Saldarriaga, la librera, nos describe su oferta selecta y curada. Aquí no hay categorías en su tradicional sentido (poesía, literatura universal o filosofía). Aquí hay intereses (Elogios del oficio, Autoinmunes a la autoayuda, Sin desamor no hay amor, Confiesan que han vivido, Prohibido leer, Novicios y rebeldes…) Si en ninguno de estos intereses se acomoda usted, sírvase dar media vuelta y salir nuevamente a Bomboná. Esta librería es de expertos orfebres y abrió hace tres meses.
Pausa
Pausa. Los peregrinajes buscando las capillas de libros no son nuevos ni criollos. En el Centro de Lisboa, en Portugal, es parada obligada la Librería Bertrand, la de fachada adosada de mosaicos y un aviso que informa su longevidad: abierta en 1732 se precia de ser la más antigua del mundo. En la misma península pero al norte, en Oporto, las serpenteantes filas de curiosos (y, ojalá, de lectores) se organizan frente a Lello. Esta también se da brillo y se presenta como la Livraria mais bonita do mundo. Tendrá que defender ese título con la Librería Ateneo, imponente teatro de los libros y visita necesaria en el Buenos Aires de Borges y Cortázar.
Vamos pa´La Playa
4: Vamos pa´ La Playa. Por ninguna decisión excluyente sino más bien por física empatía y cuidadosa filigrana, en Entre Líneas solo trabajan mujeres. De sus 10.000 títulos, solo algunos best sellers tienen varios ejemplares en los pocos metros cuadrados que la componen. Eso sí: aquí prometen que encontramos de todo y con el respeto profundo por el deseo del otro. Lea lo que quiera, con tal de que lea, es una murmuración atávica en la que, inicialmente, podríamos coincidir.
El Acontista
La quinta punta de la estrella: El Acontista. Del librero Roberto Castrillón tomé el título entrecomillado que encabeza este relato: “Entrar al mundo de otros seres humanos, es de lo mejor de ser librero”.
Sobre el restaurante de la calle 53 (Maracaibo), entre las carreras 45 (El Palo) y 43 (Girardot), está el piso tenue y de ambiente sepia donde se instaló hace 13 años esta librería y que tomó su nombre de la pluma de León de Greiff: Yo, señor, soy acontista. / Mi profesión es hacer disparos al aire. / Todavía no habré descendido la primera nube. / Mas, la delicia está en curvar el arco / y en suponer la flecha donde la clava el ojo.
Su menú más buscado es la literatura colombiana. Pero no conviene perderse las entradas de poesía, los ensayos de entremés ni los clásicos, siempre opípara lectura. Una mujer discreta y ordenada acompaña a Roberto en las fatigosas tareas de administrar y garantizar que el negocio se mueva. La mujer nos salva, dirían los libros.
El tour de librerías es una caminada que oxigena en sus más diversas acepciones. De contera, nos conecta con los relatos. Irene Vallejo insiste en que “somos los únicos animales que fabulan, que ahuyentan la oscuridad con cuentos”. Y esa urdimbre de nuestras historias puede estar más firme con libreros y librerías acompañándonos.
Coincido con lo que dice Rodnei Cásares: “Que las librerías no sean una moda efímera”. ¿Qué tal si las hacemos una nueva habitación de nuestra casa ampliada?
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Autor: Andrés Mauricio Tamayo Marín