Tras la puerta de una casa aparentemente normal en el barrio Villanueva del centro de Medellín, se oculta una verdadera obra de arte. Paredes repletas de imágenes buscadas, recortadas y pegadas de forma metódica y con un propósito.
Se trata del museo del collage de Abraxas Aguilar, un sitio que desde 1997 alberga dos récords Guinness; el primero por el libro de collage más grande del mundo con 200 páginas, media tonelada de peso y un tamaño de 1×2 metros; y el segundo, por el collage con la mayor cantidad de imágenes del mundo: 20.000, contadas una a una por el jurado.
A pesar de ser una joya del centro, declarado patrimonio cultural del municipio, las piezas de arte invaluables que habitan el museo están en riesgo de perderse por culpa de la humedad y la falta de recursos. La historia, tristemente, se repite para muchos otros lugares en el territorio.
La sostenibilidad económica de los espacios culturales
La economía de cada espacio cultural en el centro de Medellín responde a dinámicas muy diferentes. Mientras hay unos que viven del asistencialismo del Estado, otros son autosostenibles y se consolidan como empresas rentables.
Aunque el panorama es diverso, para Juan David Belalcázar, director de la Alianza Cultural por el Centro, hay problemas generales.
“Indudablemente, gran parte de la crisis económica o de sostenibilidad de los espacios culturales obedece a las dinámicas de formación y sostenimiento de públicos. Realmente estas apuestas se organizan y funcionan alrededor de un nicho de mercado muy puntual, que es básicamente la ciudadanía que consume cultura, un porcentaje nada alto. Eso implica que los espacios culturales del centro de Medellín y de toda la ciudad compitan por el mismo público”.
A los ingresos limitados se les suma el hecho de que las características de estos espacios hacen que su sostenimiento sea complejo y costoso.
Es el caso del Palacio Egipcio, una de las casas más antiguas del barrio Prado, construida para Fernando Estrada, el primer optómetra de la capital paisa y un amante de las culturales milenarias, quien quiso que tuviera la apariencia de templo egipcio.
Hoy el Palacio es un centro cultural, pero pese a la riqueza arquitectónica e histórica que representa, su potencial permanece dormido entre la cantidad de restauraciones que requiere.
“Estábamos buscando que Prado se convirtiera en un distrito cultural y en noviembre del año pasado conseguimos que por decreto el Concejo de Medellín reconociera a Prado como Distrito Cultural área de desarrollo naranja”, explica Alberto Araque, director del Palacio.
Y aunque la medida es positiva y necesaria en cuanto a que incentiva la inversión en arte, cultura y empresas creativas; inversión que es fundamental para conservar el valor de esos predios de Prado Centro que han sido declarados Bienes de Interés Cultural y que por lo tanto salen del mercado inmobiliario, esta no es suficiente.
Para mitigar la falta de recursos, el equipo de trabajo del Palacio está en constante búsqueda de alianzas con entidades privadas, lo que no es necesariamente un trabajo sencillo.
“Medellín no es una ciudad que tenga una vocación de articulación potente entre la cultura y los privados, digamos que hay ejemplos puntuales de empresas culturales que han logrado sociedades fructíferas con el empresariado, pero son contados los casos”, expone Juan David Belalcázar.
A dónde apuntar
La cultura en Medellín aún se entiende, en muchos casos, como entretenimiento; nunca se ha concebido como un bien de necesidad prioritaria. Esto implica que, cuando la ciudadanía tiene que tomar la decisión de priorizar sus gastos, prescinda fácilmente de la posibilidad de asistir a un espacio cultural.
El problema con esto es que los espacios culturales de la ciudad no tienen una vocación de venta de servicios o de articulación con el empresariado lo suficientemente sólida para mantener su economía sin aportes del Estado o de terceros.
“El reto puntual es entonces lograr una política de consolidación y de creación de públicos para las artes y la cultura que permitan una economía fluida, de asistencia permanente, que permitan el ejercicio de las artes y la cultura como una preocupación real de la ciudadanía en general. Esto debe involucrar sin duda a los colegios, a la primera infancia, donde haya contactos primarios con esos jóvenes y niños que muy pocas veces tienen contacto con los espacios culturales y casi siempre sus aproximaciones son a espacios entendidos como de entretenimiento y no como de cultura”, concluye Belalcázar.
Y aunque la inversión monetaria, tanto del Estado como de la empresa privada, es imperativa, también lo es que la ciudadanía mantenga el tema sobre la mesa y siga alzando la voz para que se vele por la preservación de su patrimonio cultural, después de todo, la preocupación por la sostenibilidad de la cultura y de los espacios culturales de la ciudad no solo depende de estos mismos, compete a todos los actores de la sociedad.
También puede interesarle: Escoja usted la mejor bandeja paisa del centro
Hola soy Alberto Araque Director del Palaco Egipcio. Con profundo amor y respeto, quiero aclarar que la devaluación de los Bienes de Interés Cultural BIC no se devalúan por ser parte de unDistrito Cultural ADN. Se devalúan porque son declarados BIC, pues éstos son inerbargables y por lo tanto, no son considerados por los bancos como garantías de crédito, saliendo del mercado inmobiliario. El Palacio Egipcio no sirve para que me presten $100.000 Por el contrario, los BIC se valorizan por su uso cultural y esto es lo que se pretende con el Distrito Culltural ADN, pues hay estímulos para lainversión artística,cultural y creativa.