“Para el arte nada es basura”. Esa es una de las tantas frases que me suelta Deicy Valencia, la regente de la cafetería de Elemental Teatro, ahí, en Córdoba, después de dejar San Juan.
Deicy es vivaz, al principio desconfiada, pero cuando la conversación entra en calor y se olvida de que la estoy grabando, se suelta con un ritmo vertiginoso a contarme su historia con Elemental, su admiración por John Viana y Wilson Zapata, sus directores y dramaturgos, y cómo el curso de actuación que le mandó a hacer su terapeuta la salvó de una depresión profunda.
Elemental Teatro nació hace 15 años, tras una iniciativa de exintegrantes del grupo Hora 25. Desde 2011 funcionan en su actual sede y sus obras más reconocidas son: “Diálogo en el jardín de palacio” del portugués Fernando Pessoa (2010), Monólogos de la vagina” de Eve Ensler (2012), la lectura escénica “El universo mágico de El Principito” (2012), “De la muerte sin exagerar o un cielo bajo tierra” (2013), “Lloro solo por verte triste”, también de Pessoa, “Heterónimos” (2014) y “¿Pervertimento?” de José Sanchis Sinisterra (2015).
Deicy me dice que Elemental es distinto a los otros teatros porque tiene alma. Ella es una contadora pública que se volvió contadora de historias. Además, montó el café como un apéndice de la sala para fomentar la buena conversación y la tertulia y como agradecimiento con John por ayudarla a salir de las fauces de aquel trastorno del estado de ánimo.
Elemental Teatro nació hace 15 años, tras una iniciativa de exintegrantes del grupo Hora 25. Desde 2011 funcionan en su actual sede.
Y es que Elemental no solo es una sala de teatro con fachada en turquesa y naranja y con una gigantesca lámpara adornada por cientos de cucharas plásticas, sino que es también escenario de conciertos, lanzamientos musicales y galería de arte. “El stand up comedy, por ejemplo, es tendencia en la escena local hoy en día y también abrimos la sala a esa posibilidad”.
Desde abril de 2017, Deicy llegó a Elemental y encontró un grupo de amigos que le garantizaron compañía y afecto todos los fines de semana. Incluso, ya ha hecho ejercicios actorales frente al público. “La adrenalina más bonita es esa. En el escenario todo es posible y por eso me siento libre. Cada noche hay una obra que se esfuma”. Ella me dice que cuando abre el café, a las cinco de la tarde, abre la sonrisa para los clientes.
En el momento de la entrevista, mientras suena un blues repetitivo y con trazas de whisky, en las paredes del vestíbulo que da acceso a la sala están colgando la obra de un artista que, a su vez, es cliente del café de Deicy y le comentó de su proyecto, consistente en una serie de retratos a habitantes de calle. Ella, de inmediato le ofreció la sala para exhibirlos, en su primera exposición pública.
El pintor se llama Jorge Arango, tiene 35 años y es bien tímido. No está acostumbrado al reconocimiento y menos a que le hagan inesperadas entrevistas. Su paso de 18 años por el seminario le da un halo de cierta santidad, pues es suave en el hablar y tiene maneras disciplinadas. Se declara autodidacta y llegó a Elemental porque una amiga lo llevó a la sede, le mostró el espacio y según él, “lo denunció públicamente como artista ante Deicy”. Tras un vistazo a su página de Instagram, quedó sellada la exposición pública de dibujos en carboncillo, denominada “Almirantes de la calle”, para alejar el discurso de la tragedia con una mirada estética, porque a Jorge le parecen bonitos.
El propio Jorge probó los rigores de la calle en su infancia y adolescencia. Pero no quiere que su obra se tome como autobiográfica. Hablando con los habitantes de calle en los Centro Día, se enteró de sus historias y comenzó a esbozarlos, y ahora los tiene en gran formato.
“Esta es nuestra prueba piloto”, interrumpe Deicy. “Y es que Elemental Teatro puede ser lo que uno quiera, porque el escenario comienza desde que uno cruza la puerta de la sede”.
A ella se le abren los ojos diciendo que su vida ha cambiado “maravillosamente” de un año a la fecha. Comenzó a tener motivaciones que no iban en favor de su vanidad, disfruta con sus primeros pasos como actriz y asegura que tampoco quiere ser muy reconocida. Ejerce aún la contaduría pero su estado de ánimo es otro. Sonríe constantemente y disfruta la sencillez de su cotidianidad o una conversación como la que estamos sosteniendo. Dice que ha aprendido mucho de la gente y que por fin venció a su ego con una muestra de humildad.
El café es para ella como un sueño materializado. “Las paredes pueden ser viejas, la decoración muy rústica, algo muy vintage… pero igual, como lo viejo está de moda, para mí es perfecto. Esto es creado por artistas y para el arte, nada es basura”.
Lo mejor de trabajar en un teatro son las experiencias, lo cotidiano en ese ambiente. “Lo cotidiano aquí es que te lleguen con un poema, que te estén hablando de la situación del país con un discurso coherente sin que te sientas ahogado o asfixiado, el arte es una acción política, pero no va a favor de ningún partido. Acá tu sí construyes sociedad”. Concluye feliz Deicy.