Para quien no haya caminado por las calles del barrio Prado Centro, o quien haya olvidado cómo luce la arquitectura de esta zona, será sin duda una sorpresa ver el tamaño de las casas que alguna vez albergaron adineradas y tradicionales familias antioqueñas.
Actualmente, y a diferencia de antes, el silencio y lo apacible son características determinantes de este sector de Medellín, donde las enormes propiedades que ocupan a veces cuadras enteras se han transformado en
ancianatos, casas de reposo e inquilinatos.
Sin embargo, no todas cuentan la misma historia. Sobre la calle 64, una casona de fachada envejecida y balcón de rejas blancas, esconde adentro un mundo de color y juego. Se trata de Paintball City, el único campo de paintball en el interior de una vivienda en Medellín. Aquí sus particularidades y su historia.
Apostando a un sueño
Wilmer Hernández es el actual propietario de Paintball City. Este hombre de apariencia aún juvenil estudió ingeniería de computación en su natal Venezuela, pero su gran pasión siempre fueron las armas y el fútbol.
“Cuando llegué a Colombia pasé por muchos trabajos, restaurantes, internet, pero siempre quise trabajar en algo como esto”, cuenta con una sonrisa. Llegó a Medellín como muchos, buscando las oportunidades que la ciudad promete ofrecer. Y aunque realizó diferentes oficios, no fue sino hasta que se topó con un anuncio que su
suerte cambió por completo.
“Antes aquí ya había un campo, se llamaba Urban Paintball. Vi por casualidad una propuesta de trabajo para que alguien viniera a limpiar el lugar, y así empecé, pero siempre que veía a alguno de los jefes desarmando un arma yo estaba ahí pendiente, quería aprender, conocer más”, continúa Hernández.
Wilmer trabajó con ellos por cuatro años, comenzando en el 2016. Su motivación y afinidad por la labor lo ayudó a escalar posiciones en el negocio. Para él, era todo un placer pasar sus días
La pasión lleva al éxito
Aunque estaba más que feliz y cómodo en su trabajo, a veces la vida da vueltas repentinas, y el 2020 fue su mayor reto y oportunidad.
“Cuando llegó la pandemia este negocio se fue abajo, pero yo ya tenía mucha clientela que me buscaba para hacerle mantenimiento y reparación a domicilio a sus armas de paintball, un servicio que nadie daba en Medellín. Así que en pandemia me iba hasta la casa de los clientes y los atendía allá”, explica el hombre.
Wilmer trabajó arduamente ese 2020, y mientras lo hacía iba consiguiendo diferentes equipos que sus clientes le ofrecían como medio de pago, a falta de dinero por la dura situación económica de ese año. Así, la meta de tener su propio campo se gestó rápidamente.
La pandemia terminó y Urban Paintball no sobrevivió. “Los dueños cerraron y remataron todo, y pues yo iba a montar mi campo en otro lado, pero a la final lo terminé montando aquí mismo”, expone Hernández.
Como la casona sobre la 64 estaba disponible para alquilar, el dueño del predio confió en Wilmer para conseguir que el negocio renaciera y así pagarle a tiempo la renta, cosa que los dueños anteriores no habían logrado durante la pandemia.
Con trabajo duro, Wilmer no solo logró solidificar su negocio en Prado, sino que consiguió hacerse a un nombre dentro del gremio; así comenzaron a llegarle propuestas para comprar otros campos de paintball.
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“Uno de esos clientes que yo atendía mucho en pandemia estaba en La Estrella, él venía quebrado, por el piso, y me dijo que le gustaría que el negocio quedara en mis manos porque había visto cómo levanté el de Prado. Y pues lo compré y ahora tengo otra sede de Paintball City, esa es en un espacio abierto”.
Actualmente, Paintball City prospera dentro de aquella casa antigua de Prado; no solo se limita al juego en el campo, sino que también vende insumos y ofrece servicios técnicos y de asesorías. El lugar abre todos
los días hasta las 10 de la noche. “Somos los únicos locos que abrimos hasta esa hora”, dice Wilmer. Los grupos de personas llegan a toda hora y se les ve salir con sonrisas en el rostro.
Sentado en su oficina, contemplando su logro, Wilmer concluye: “No solamente es hacer el dinero, es disfrutar el trabajo, yo a veces siento que no trabajo, estoy aquí y se me hacen las 10 de la noche y no me quiero ir”.