Al mismo tiempo que vemos cómo el centro de Medellín se recupera con éxito de la crisis económica que dejó la pandemia, también podemos verlo hundirse entre las problemáticas que históricamente le han aquejado. El territorio está, sin duda alguna, lleno de contrastes.
En el centro las apuestas culturales usan todas sus herramientas para atraer al público y hacerlo sentir bien en espacios agradables a los que quiera volver. Allí han creado nuevas experiencias buscando estar en boca de locales y extranjeros, además han renovado sus espacios físicos para hacerlos más atractivos. Sin embargo, algunas de estas mismas apuestas deben cerrar sus puertas tras perder la lucha contra la desfinanciación pública, el poco apoyo privado y la falta de visitantes.
Por su parte, empresarios y residentes ponen su mejor esfuerzo en crear estrategias para mitigar problemáticas como la inseguridad y el vandalismo. Se crean grupos de alerta a través de redes sociales, se cambian algunas luminarias, y pequeños logros se celebran como grandes victorias; Pero, por otro lado, esas mismas personas deben presenciar en silencio como incluso los sistemas de seguridad para prevenir hurtos, son robados, como pasa en la Plaza Botero.
También desde el sector religioso, que en el centro cuenta con las iglesias más emblemáticas de la ciudad, se ha generado la alerta por las difíciles condiciones para que los feligreses asistan a las misas o actividades de catequesis. Las puertas de los imponentes templos que podrían estar abiertas permanentemente para la visita de todos, ahora lo hacen solo a la hora de la eucaristía, pues incluso ellos sufren atracos en su infraestructura, como le ha pasado a la Catedral Metropolitana.
Mientras las instituciones educativas prosperan, cada vez con más alumnos matriculados e infraestructuras acordes para que sus estudiantes desarrollen sus actividades; el incremento de las plazas de vicio a sus alrededores preocupa por los problemas que ello genera en la convivencia.
Y no podemos dejar de lado las basuras que pululan en todas las esquinas. En un territorio que cuenta con el mayor cubrimiento de Emvarias, incluso con zonas que tienen hasta tres rutas diarias, las basuras son un problema que no tiene razón de ser, pero existe. En este aspecto se requiere la colaboración de todos, sacando las bolsas solo al paso del vehículo recolector, y en ningún caso, entregarlas a los habitantes de calle.
La administración municipal tiene grandes retos para los próximos 17 meses en el centro. Todas las secretarías deben volcar sus esfuerzos en aportar al mejoramiento de las condiciones sociales, económicas, culturales y de infraestructura de la comuna 10. No basta con tener una Gerencia del Centro, pues su alcance en personal y presupuesto es limitado. El alcalde Daniel Quintero debe jugársela con esta zona y dar las instrucciones necesarias para que haya un cambio real, porque sino, nunca lograremos recuperar por completo lo que alguna vez fue el mejor barrio de la ciudad.
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