Por Juan Moreno
No es Nueva Orleans, mucho menos Nueva York, París o Amsterdam, los únicos sitios que cuentan con un lugar fijo, un sitio que reúna a los amantes del jazz en torno a la escucha y el conocimiento de este ritmo que ya pasa de largo el centenario, y que es tan universal como complejo y fascinante. “El sonido más vibrante de nuestro tiempo”, como bien lo describe un programa especializado en una de las emisoras locales.
Christian Salgado, un arquitecto apasionado de este ritmo norteamericano e intérprete de piano y jazz vocal, llegó hace ya 27 años a Medellín. Él dice, citando al autor Edmundo Arias, que “los paisas son tan verracos que nacen donde quieren”, acentuando que se siente más antioqueño que cualquiera. El caso es que su primera impresión, allá por 1996, fue la variedad musical de la ciudad, no solo a nivel de escucha sino de estudio. “Yo llegué con mi colección de música antigua cubana e hice grandes amigos como Omaira Rivera, (también coleccionista y fundadora de la taberna Diógenes en La Playa con Córdoba), y con ella comencé a ver cómo la gente se reunía en Medellín para estudiar la música, lo cual me impresionó gratamente. La gente se reúne a hablar de La Sonora Matancera, de tango, eso me sorprendió”, cuenta Christian.
Turno para el jazz
Una de las primeras “inspiraciones” de Salgado con lo que daría inicio al Club del Jazz fue en el Festival Universitario que organiza el Centro Colombo Americano en su sede de El Palo. En ese festival se programaban conferencias previas a los conciertos. Él fue uno de los conferencistas invitados y nuevamente, se sorprendió por la acogida del público de Medellín hacia el jazz.
Ya con la idea de fundar un club en el que se estudiara y se escuchara esta música, en junio de 2010, Christian consiguió prestada una vieja casona de Prado Centro para llevar a cabo estas primeras tertulias sobre jazz, que se ofrecían el último sábado de cada mes, ya con el nombre de “Club Del Jazz” y con conciertos (jam sessions en el lenguaje jazzístico), hasta que alquilaron la casa y tuvieron que emigrar a otros sitios de la ciudad, como el edificio Lugo, el Teatro Porfirio Barba Jacob en las Torres de Bomboná y el Café Rojo.
Cuando en 2020 la pandemia del Covid obligó a la cuarentena, Christian siguió con sus tertulias y conciertos de manera virtual, lo cual no impidió el crecimiento exponencial del Club del Jazz, que, para aquel entonces, ajustaba ya diez años sin parar. “En este punto ya dijimos que había que tener un espacio propio porque no era viable el modelo anterior, así que la zona elegida para nuestra sede fue el centro por numerosas razones: la primera es acercar el jazz a todos los públicos, sin ser elitista, sin sesgos ni colores, religiones o rangos sociales. El jazz es una música popular falsamente elitizada. En el centro de la ciudad todos pueden escucharla”. Anota Christian.
Así apareció disponible, a comienzos de 2022, el segundo piso de una antigua casona en la esquina de Caracas con El Palo, donde el Club del Jazz ha podido desarrollar a plenitud sus propósitos culturales. Allí abren de miércoles a sábado inclusive, de cinco de la tarde a once de la noche, para albergar sus ya tradicionales tertulias, jam sessions o conciertos puntuales en torno a este ritmo, surgido en los Estados Unidos a finales del siglo 19.
Un miércoles al mes programan una noche de vinilos, con coleccionistas de jazz y sesiones comentadas. Un jueves al mes se presenta una película con temática jazzística comentada por expertos. También presentan sesiones con músicas asociadas al jazz como el blues, flamenco, bossa nova, bolero jazz y ritmos experimentales y clásicos. De jueves a sábado siempre hay una agrupación en vivo en las noches del Club Del Jazz, una forma de mostrar los nuevos talentos en la escena local. Incluso, dos veces al año, programan conciertos para enamorar de este género a los niños.
Visitas internacionales
Mientras se escuchan y se disfrutan las tertulias, las películas y los conciertos, en el Club Del Jazz puede disfrutarse de una variada carta de comidas ligeras y bebidas para acompañar las sesiones. Eso sí, nada fuerte ni que distraiga la atención sobre lo verdaderamente importante, la música. “Estos platos sencillos, para distraer el hambre, acompañan la música, no al contrario, por respeto a los mismos músicos”, dice Salgado.
Una de las experiencias más gratificantes es la presencia de músicos internacionales cuando están de paso por el país. Hasta allí han llegado intérpretes de reconocida trayectoria, cuyos shows cuestan hasta 100 dólares por persona en un club de cualquier capital del mundo y que hacen parte de sellos tan distintivos como Blue Note, uno de los referentes del jazz mundial. El Maestro Antonio Arnedo, uno de los músicos determinantes en el jazz colombiano, tiene planeado grabar un álbum en vivo en la propia sede del club.
Profesionales, músicos, melómanos, aficionados o todo aquel que tenga algún interés por el vasto universo del jazz, tiene un espacio en Medellín, una reunión de amigos a través de tertulias, conciertos, películas o simplemente por el placer de escuchar, con entrada libre y aporte voluntario, a los grandes maestros del género, en sus voces propias o interpretados por jóvenes talentos, músicos locales o figuras internacionales de paso por Medellín.
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