Los últimos meses han estado marcados por una fuerte polarización política en Medellín, de cuenta de casos como Hidroituango, EPM, Buen Comienzo, el Jardín Botánico y la revocatoria del alcalde, por mencionar solo algunos de ellos.
Estas situaciones han enfrentado al mandatario de la ciudad, Daniel Quintero, con parte del empresariado antioqueño y con grupos políticos que le hacen oposición, lo que de alguna manera ha empezado a dividir a la ciudad que se ha preciado de trabajar de la mano entre lo público y lo privado para salir adelante, aun en los tiempos más difíciles del narcotráfico y los carteles de la droga.
Lo que pasa en Medellín no le conviene a nadie, por el contrario, perdemos todos. Cuando aún estamos en pandemia es necesario poner toda la energía en la recuperación social y económica de la ciudad, para disminuir la pobreza y la desigualdad. Este es el momento para que la administración municipal se apoye en el empresariado, ese que genera valor, que es el responsable de la creación de empleos formales, que paga impuestos, que invierte en la ciudad, que lo ha hecho por décadas y le ha permitido a Medellín ser líder y ejemplo para el resto del país. También es el momento para que el empresariado rodee la institucionalidad, no la haga un lado y siga construyendo en conjunto una mejor ciudad.
Y esa institucionalidad tiene la responsabilidad legítima de velar por los intereses de lo público, por garantizar la solidez y solvencia, por ejemplo, de la principal empresa prestadora de servicios públicos de Colombia -EPM- en el entendido de que el camino de la recuperación y el reemprendimiento, demandará la prestación de servicios estables que les permitan a las empresas prender sus máquinas y adelantar sus procesos industriales en condiciones de estabilidad y competitividad. Ni qué decir de Buen Comienzo, cuando de lo que se trata es de la seguridad alimentaria de los niños que son la Medellín del futuro.
Los ciudadanos de a pie están cansados de los enfrentamientos, de las acusaciones, de la polarización. Ya son varios años en los que la política ha dividido a Medellín, que le ha hecho más daños que beneficios, en un contexto que ha lucrado a muy pocos.
Twitter, Facebook y demás redes sociales se han convertido en las trincheras para todos los bandos. Es el momento de desarmar el lenguaje, de mirar hacia adelante y construir. No es una época para sacar réditos de la división ciudadana, para que inescrupulosos se aprovechen del “río revuelto” que se ha generado en Medellín.