La actividad pedagógica es promovida por Comfama y el Teatro Matacandelas, hace parte de la programación de Caminá Pa´l Centro y pretende desestimular el uso de la pólvora, así como divulgar el precedente oscuro de la celebración de la “alborada”
Por: Vanessa Martínez Zuluaga
La noche del 30 de noviembre tiene varios significados para la sociedad medellinense: por un lado, están quienes aún celebran la llegada de diciembre a través de la “alborada” y por el otro, hay quienes se han encargado de hacer pedagogía, desde su hogar o desde grandes plataformas, para contar de dónde viene esta conmemoración, de precedentes oscuros para la ciudad.
Una de estas iniciativas pedagógicas surgió en 2014 en medio de la gestión de Sergio Restrepo en el Teatro Pablo Tobón Uribe y en asocio con el Teatro Matacandelas. Trataba en aquel momento, así como ahora, de “Llamar a la lluvia para la alborada”. La idea se dio un tanto en broma y otro tanto, quizá mucho más, en serio. “Qué pasaría si esa noche llovía mucho y nadie pudiera tirar su pólvora…”, recuerda Sergio y continúa explicando sobre lo que luego se convertiría en una actividad anual en el centro de Medellín.
“Marchamos en una procesión muy divertida con paraguas de colores, cantamos y celebramos cualquier gótica de agua que caiga en cualquier barrio. Hay unos cantos y una especie de salmos que creó el Teatro Matacandelas para el evento. Usualmente, mientras hacemos Llamo a la lluvia para la alborada, la gente reporta por redes sociales con el hashtag e incluso descubrimos si llueve en algunos lugares”, agrega.
Este año la cita es en la Plazuela san Ignacio a las 10:00 p.m. y además de esta actividad, en el centro también estará llevándose a cabo la programación simultánea de la 12° versión de Caminá Pa´l Centro: celebra la ciudad.
Entones, cuál es el origen oscuro de la Alborada
El origen de esta celebración no es un secreto, sin embargo, muchas personas que aún lo celebran desconocen esta parte de la historia, una que debe contarse, como se dice por ahí, para que no se repita.
“Nos cansamos de escuchar entre esa noche del 30 de noviembre y el 1 de diciembre de 2003 el sonido estridente y ver las luces de las explosiones en el cielo que de una u otra manera marcaban un territorio cultural y estético de un precedente nefasto… Una noche antes de que se desmovilizara el bloque Cacique Nutibara en Medellín en mando del narcotraficante alias Don Berna, fue marcado el lugar donde estaban ubicados con la finalidad de que quedara evidencia del control territorial que tenían. Esa sensación fue bastante desoladora, ya que se podía ver cómo los barrios más relevantes e históricos de la ciudad estaban en manos de delincuentes nefastos”, afirma Restrepo.
Sin embargo, no solo se trató de un hecho aislado, sino que en la década de los ochenta era muy común que en cualquier época del año se escucharan detonaciones de pólvora, lo que se traducía en que algún narcotraficante había “coronado un viaje”, como coloquialmente se le llama a haber ingresado un cargamento de drogas a los Estados Unidos.
Fue así como el miembro de las Autodefensas de Colombia, Don Berna, que tenía un control casi absoluto de las bandas de Medellín, con un modelo de “cooperativa” en la que cada una de ellas trabajaba asociada a ellos, marcó y demostró cómo había dominado el territorio, barrio por barrio.
Como una respuesta al lamentable precedente de la celebración, además de los daños colaterales que ocasiona la fecha como incendios, incidentes con niños y adultos quemados; además de los efectos que tiene en animales domésticos y silvestres, nació esta iniciativa que logra, desde el centro de Medellín, invocar la lluvia.
Breves respuestas
¿Es importante seguir hablando de la “Alborada”?
Sí, porque aún siguen lanzando pólvora. Y creo que, aunque no nos gustara mencionarla, es parte de la historia. Además, creo que tumbar un edificio o borrar un nombre para que deje de existir una memoria no tiene sentido. Las memorias hay que conservarlas, cuidarlas y con ello hay que construir el relato propio para que le pueda ser útil a la sociedad.
En esta edición de Caminá Pa´l Centro la premisa es “Celebrar la ciudad”, ¿Usted qué ciudad celebra?
Yo celebro la ciudad del encuentro. Me gustaría celebrar la ciudad sin vigilancia, una ciudad donde no confundamos vigilancia con seguridad, una ciudad donde entendamos todos que lo contrario de inseguridad es convivencia. Que abrir una puerta nos hace vivir mejor a todos y que poner una reja nos separa del mundo.
Me encantaría pensar que podamos celebrar una ciudad de noche. Una ciudad que pueda habitar la calle y las esquinas. Que las aceras se parezcan más a los parques que a vías de tránsito, donde uno se pueda sentar y conversar.
Me encanta celebrar una ciudad verde (ojalá con menos carros) y la ciudad de los niños. Creo que tenemos una gran deuda con ellos, que ciertamente saben más que nosotros, planean mejor, piensan mejor y a veces no los escuchamos lo suficiente.