Por Alexander Barajas Maldonado
Pese a varias décadas de transformación urbana, es innegable la importancia que aún tiene el centro como reserva del menguado patrimonio cultural inmueble que sobrevive en la ciudad. Aquí existen doce bienes patrimoniales declarados como tales por la Nación y otros 118 obtuvieron tal categoría por parte del Municipio de Medellín.
Es probable que estos números se incrementen a futuro, pues en el Plan de Ordenamiento Territorial hay definidos otros 109 inmuebles en la comuna 10 como candidatos a dicha declaratoria. Lo propio sucede en el Ministerio de Cultura, donde están en espera seis adicionales que son el Teatro Lido, los edificios Henry, la Naviera, Álvarez Santamaría y Cárdenas (El Portacomidas), al igual que las históricas sedes de Fabricato y la Compañía Suramericana de Seguros.
Pero como sucede con tantos otros temas, una cosa es lo que está en las normas y otra muy distinta la realidad, ya que esas declaratorias (sobre todo las municipales) poco han servido para que muchas de estas joyas gocen de una buena condición. Incluso, expertos opinan que el efecto ha sido el contrario y para la muestra están tres preocupantes botones: la casa de Pastor Restrepo Maya, en el marco del Parque Bolívar; el Palacio Egipcio, en Prado Centro; y el mural del maestro Fernando Botero en la antigua sede del Banco Central Hipotecario (Colombia con Cúcuta).
“En esta ciudad no hay un lineamiento claro frente al patrimonio; nadie sabe qué hacer con él para que no solo se conserve, sino para que también tenga un uso y una utilidad pública. Aquí la norma es lo más restrictiva posible, con muy pocos incentivos para los propietarios. En eso Bogotá y Cali nos llevan años luz”, aseguró la arquitecta restauradora Mónica Pabón, directora de la Fundación Patrimonio para el Desarrollo, miembro del Consejo de Cultura de Medellín y presidente del Consejo de Patrimonio, creado recientemente como una instancia de análisis dentro del mismo Consejo de Cultura.
Ante este panorama, es casi una maldición cada declaratoria para los dueños, dado que el Municipio limita y regula cualquier intervención física que altere el inmueble, lo que en teoría está bien, pero acarrea el efecto de desvalorizar el predio. Además, solamente brinda como incentivo una rebaja en el impuesto predial, supuestamente para que el propietario pueda destinar recursos al mantenimiento. Hace algunos años se trató de agregar una atractiva exención en el cobro de los servicios públicos, la cual no aceptó EPM alegando impedimentos legales.
“Tenemos nuestra sede en Prado Centro y estoy segura de que aquí varias casas patrimoniales las están dejando caer por dentro. Se ven volquetas sacando mucho material de esos inmuebles, demasiado para tratarse de remodelaciones internas. Nos vamos a quedar con las fachadas, luego estas se caerán y no quedarán si no los lotes”, agregó la arquitecta Pabón.
Para evitar tales desastres, y teniendo en cuenta el vigente marco normativo, hoy las alternativas de solución oscilan entre lo excepcional y lo utópico. Una, que el Municipio de Medellín compre esos bienes para poder restaurarlos y darle un uso público, ya que por ser de particulares no puede invertir en ellos recursos oficiales. Otra, que algo parecido haga una entidad privada. ¿Cómo se salvará entonces nuestro patrimonio en peligro?
Responsabilidad difusa
Varios organismos oficiales tienen alguna función asociada al patrimonio en Medellín, pero no como preocupación exclusiva. Está la Subdirección de Bibliotecas, Lectura y Patrimonio de la Secretaría de Cultura, el departamental Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia y más recientemente, la Agencia para la Gestión del Paisaje, el Patrimonio y las Alianzas Público Privadas de Medellín, creada en 2012. Todas cumplen labores de promoción o divulgación, pero no tienen facultades sancionatorias, las cuales también están difuminadas entre Procuraduría, Contraloría y el Ministerio de Cultura, cartera que no delega su autoridad en los entes territoriales, como sí lo hace Medio Ambiente. La Secretaría de Planeación opera como reguladora. Un posible ente articulador fue creado por acuerdo municipal en 2009, pero nunca ha sido convocado: el Comité Técnico para la Gestión y Manejo del Patrimonio Inmueble.
Casa de Pastor Restrepo Maya
Son varios los méritos de este deteriorado y mutilado inmueble, bien de interés patrimonial de Medellín. Allí vivió el fotógrafo Pastor Restrepo, uno de los pioneros de ese arte en la ciudad y testigo de la urbe a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Es la única obra del arquitecto Juan Lalinde Lema (suegro de Pastor) que está en pie, y fue de las primeras casas de dos pisos en Medellín (1872). También es de las pocas residencias de estilo republicano vigentes. Su estilo afrancesado, con balcones en forja de hierro y una gran mansarda con lucernarios, acoge ahora dos panaderías y una marisquería en la primera planta, locales que alteraron su distribución original. El segundo nivel, al que se sube por lo que fuera una espléndida escalera, es hoy un vetusto inquilinato con un centenario piso de madera. Hasta el mes de marzo funcionó el restaurante y bar La Estancia en donde estaban el patio, las caballerizas y la antigua cocina. Requisitos sanitarios acabaron con ese negocio; esa porción de la casa, bastante alterada, fue luego parqueadero de motos por unos meses y acogió lo que parece ser una construcción sin permiso (no se observaron avisos de curaduría) que está detenida. La pasada administración municipal quiso adquirir este bien para restaurarlo e instalar allí la cinemateca municipal, pero no llegó a ningún acuerdo con el propietario. La condición del segundo piso y de la mansarda, las partes que todavía conservan la arquitectura original, es lamentable.
Mural del maestro Botero
En 1960, Fernando Botero pintó en la antigua sede Medellín del BCH, uno de sus pocos murales y quizás el único que sobrevive. Se sabe de otros dos: uno en Tolú que dibujó para pagar su estadía en tiempos aciagos de juventud, y otro en un colegio de Puerto Inírida, hecho a las volandas en 1985 como un favor al presidente Betancur que lo había invitado a un acto oficial. Al mural del BCH no se le conoce nombre y está en el vestíbulo de la otrora sede bancaria, un edificio que no cuenta con declaratoria de bien patrimonial (si bien fue construido entre 1957 y 1959 por Nel Rodríguez). El mural es propiedad del Municipio. Después de la liquidación del BCH, Comfenalco compró el inmueble en 1993. Allí operó hasta 2014 la biblioteca escolar y el instituto de educación de esa caja. Mientras concretaban sus planes de adecuar locales y oficinas, los nuevos dueños del edificio abrieron temporalmente un parqueadero para motos que ya no funciona. “El mural está afectado por una salinización que es habitual en estas pinturas. Estamos al tanto de eso y vamos a intervenirlo luego de que los propietarios terminen los trabajos. Igual, ellos se han comprometido a no alterar el mural y nosotros los estamos visitando”, dice Herman Montoya, de la Secretaría de Cultura.
Palacio Egipcio
Esta peculiar edificación, ubicada en el barrio Prado, es también un inmueble patrimonial declarado por el Municipio de Medellín. Fue construido en 1932 y es obra del arquitecto Nel Rodríguez para el médico Otto Estrada, egiptólogo aficionado. A diferencia de la Casa de Pastor Restrepo, no se conoce intención de la Alcaldía por adquirirlo. Sigue siendo propiedad de los Estrada, aunque hace mucho que no se utiliza como vivienda familiar. Con frecuentes intervalos desocupado, el palacio ha sido desde colegio hasta casa de banquetes. Hace menos de un mes fue arrendado para montar allí una carpintería. A raíz de su deterioro, algunos ciudadanos han liderado iniciativas para revivirlo. Luisa Arboleda lo intentó durante seis meses. Con permiso de los dueños y la asesoría de la Casa del Patrimonio (de la Secretaría de Cultura de Medellín) montó allí en abril Expo Árabe, con el fin de alertar sobre el deterioro del bien y buscar recursos para su restauración. Dice que contactó también a la Gerencia del Centro, pero se desvinculó del tema a finales de julio por falta de apoyo. “Coticé los trabajos y la restauración costaría dos mil millones de pesos. Los techos están en mal estado, hay muchas humedades reventando columnas y paredes. Las escaleras de la torre prácticamente no existen”.