Por: Mónica María Pabón
Uno de los desafíos que propone la recuperación de centros urbanos en proceso de decadencia, es frenar la migración de la población local y conservar el uso residencial como garante de actividad 24 horas al día, siete días a la semana. Contar con vigilancia permanente sobre el espacio público y con una “normalidad” de vida de barrio, resuelve de manera relevante situaciones de inseguridad e ilegalidad, generadas por la falta de una comunidad preocupada o “doliente”, que regule la inserción de usos no deseados o incompatibles.
El centro de Medellín, además de contar con las problemáticas normales de otros centros de ciudad, como insalubridad, obsolescencia de la infraestructura, declive económico, destrucción patrimonial, entre otras; presenta una fuerte tendencia de desplazamiento del uso residencial. Las dificultades de movilidad, la contaminación visual, ambiental y auditiva; la falta de un espacio público de calidad y de equipamientos que den soporte al uso; el exagerado valor del suelo, los altos impuestos y la falta de gobernabilidad en la zona, hacen que sea muy difícil contar con oferta o demanda de vivienda y que cada vez el uso comercial ejerza mayor presión por su crecimiento.
De otro lado, la falta de recursos de algunos propietarios para mantener edificaciones grandes o afectadas por la declaratoria de bien patrimonial y los altos costos de las administraciones en edificios tradicionalmente residenciales, como los localizados sobre la Playa o el parque Bolívar, son razones suficientes para que algunas de las casas sean subdivididas y utilizadas como inquilinatos, sin calidad en las condiciones de vida y sin ningún tipo de control normativo ni sanitario, y que los apartamentos sean usados como oficinas o bodegas para el comercio.
Qué vivienda debe tener el Centro
Parecería importante entonces, conocer el planteamiento sobre la vivienda que se debe ofrecer en el centro, el tipo de población que estaría interesada en vivir en él y la propuesta para seducir promotores de estos proyectos. El actual Plan de Ordenamiento Territorial –POT- (Acuerdo 46 de 2014,) desde su Macroproyecto Río Centro, realizó un estudio que desglosó las particularidades y tradiciones urbanas propias de un centro heterogéneo, con diferentes formas de apropiación y lógicas de habitar.
El POT puso a consideración de la ciudad un abanico de modalidades habitacionales, diseñando y modelando proyectos inmobiliarios con oferta de equipamientos, servicios y usos complementarios diferenciados, de acuerdo con la localización, condiciones actuales y vocación futura. Este Macroproyecto, buscó hacer atractivas las iniciativas para un variado tipo de usuarios y ofrecer niveles de flexibilidad que le permitan a los diseñadores, constructores y promotores, migrar de usos comerciales y de bodegaje, a usos residenciales.
Medellín 2027
La planeación de la ciudad a 2027, estableció para el núcleo del centro la consolidación de la vivienda tradicional familiar en los barrios Boston y Colón; rehabilitación de bienes patrimoniales y grandes edificaciones para hotelería, vivienda compartida de calidad y vivienda para población con condiciones especiales en Prado y Los Ángeles; reciclaje de grandes apartamentos para residencias estudiantiles o de artistas y hotelería en la Playa y el Parque Bolívar; vivienda productiva en Estación Villa y San Benito -asociado a la cercanía con el Distrito de la Innovación y a la Plaza Minorista- y el desarrollo de nueva vivienda en San Lorenzo, San Antonio y Guayaquil, orientadas a un mercado de personas que trabajen en el centro y quieran evitar los desplazamientos en vehículo o transporte público.
Este es el sentido de la ciudad compacta propuesta por el POT, una en la que se optimice la estructura predial para nuevos desarrollos y se conserve el tejido urbano como uno de los activos más importantes del patrimonio urbanístico del centro de la ciudad. Para lograrlo, se requiere de inversión en infraestructura y servicios, capacidad de gestión y negociación con el sector privado, una política de incentivos para el uso residencial y especialmente una gobernabilidad que garantice las condiciones adecuadas de calidad de vida para atraer nuevos habitantes al centro de la ciudad. Esas deben ser las tareas que se ejecuten a corto y mediano plazo desde los sectores público y privado para lograr rehabitar el centro.