Por: Alexander Barajas
Con su válido afán de reconocimiento y visibilidad, lo que se podría llamar arriesgadamente “la comunidad homosexual” sigue demostrando el peso de su presencia histórica en nuestra comuna.
La lucha por el reconocimiento de la comunidad LGTBI ha sido un camino duro, marcado hasta hace relativamente poco por el interés del resto de la sociedad en invisibilizarla, negarla y perseguirla. Solo en 1981, los actos sexuales entre personas del mismo género dejaron de ser delitos en el Código Penal.
A ese primer paso le siguieron muchos otros en diversos niveles, hasta llegar en nuestra ciudad a la declaratoria de una política pública que les reconoce y busca proteger sus derechos (Acuerdo 08 de 2011), logro en el que pesó la organización de esta comunidad asentada aquí con una huella poderosa.
Así lo reconoce Edal Monsalve, consejero representante al Comité Municipal para la Diversidad Sexual e Identidades de Género, quien se define como habitante del centro gay y ha sido protagonista y testigo de su evolución en el último medio siglo. Dos veces estuvo preso por homosexual y hoy participa activamente para sacar adelante el plan estratégico de esa política pública que también ayudó a formular.
El centro cuenta con reconocidos bares, discotecas, saunas, salas de cine porno y hasta cabinas de internet que, si bien no son exclusivamente para homosexuales, son frecuentadas por esta población.
Recuerda los arriesgados encuentros en los muchos salones de billares existentes sobre la Primero de Mayo, o en los “bares de prostitutas de Guayaquil” donde las chicas le “hacían el cuarto” con otros en su misma condición y búsqueda. También vivió la premura cómplice de la oscuridad, en las decenas de salas de cine que aquí se fueron apagando con el paso del siglo, hasta quedar solo dos: Sinfonía y Villanueva.
Variedad con necesidad de inclusión
La impronta de este mundo diverso se percibe día y noche en nuestras calles, con especial énfasis en varios sectores, sin que se trate de guetos excluyentes ni victorias de tolerancia totalmente consolidadas: el parque Bolívar y sus inmediaciones, el corredor de Palacé entre Caracas y La Paz, las calles Barbacoas y Maracaibo, y algunas partes de Junín.
Desde luego, también hay reconocidos sitios de encuentro en algunos tramos de las avenidas Oriental, Primero de Mayo y de Greiff. Es difícil hablar de ello sin sentir que se cruza alguna delgada línea, pues no son lo mismo gays que lesbianas (obviamente) ni relacionar estos dos grupos con las chicas trans que, si se quiere, son el aspecto más vistoso y no pocas veces problemático.
Precisamente, el carácter clandestino y un tanto retador de la homosexualidad, pervive en estas últimas, por lo cual sus roces violentos con la autoridad las siguen marcando. Lorena Estrada es una de ellas, y aunque logró sacar su cédula que la identifica como mujer gracias al Centro para la Diversidad Sexual e Identidades de Género que opera en Villanueva desde hace siete años, guarda una profunda desconfianza hacia la institucionalidad uniformada.
Ella es una de las decenas de chicas trans que ejercen la prostitución en residencias del corredor de Palacé, un difícil sector donde la esperanza de otras alternativas para ellas llega desde lo privado.
Desde la administración municipal, con el apoyo de gremios comerciales, se trabaja para consolidar en nuestra comuna y el resto de la ciudad, espacios libres de discriminación sexual y orientaciones de género.
Cerca de la esquina con Bolivia, Miguel Ángel Gallardo, un repatriado desde los Estados Unidos, abrió Divas. Un bar, galería y espacio cultural, basado en la experiencia que su creador vivió en la recuperación a través del arte, de rincones marginados de Brooklyn o Queens, en Nueva York. Divas, es un espacio tolerante con la diversidad, que invita a las chicas trans a que sean parte del cambio, con seguridad, respeto y ganas de superación.
Por otro lado, en uno de los primeros recorridos abiertos de sensibilización sobre la diversidad sexual en el centro, Luis Gabriel Ángel, operador del programa En Plural de la Facultad de Medicina de la U de A y la Secretaría de Inclusión Social y Derechos Humanos, mencionó otra iniciativa con el mismo fin.
Es una propuesta que se articula desde uno de los más recientes espacios de encuentro para esta comunidad: las cabinas de internet, en este caso, las que abren sus puertas todos los días y todo el día, en un segundo piso sobre Maracaibo, arriba de Junín. Se trata de La Casa Centro Cultural, donde dialogan género, sexualidad y patrimonio alrededor de un café o unos tragos. Nada tan nuevo, pero nada tan viejo para el corazón de Medellín.