Antes de ser docente en la Fundación Vivan los Niños, Claudia Milena Amariles fue una niña ventera ambulante como muchos de sus alumnos. En CENTRÓPOLIS le contamos la historia de esta profe, que terminó su proceso académico y ahora se dedica a enseñar a otros.
Por: Daniela Jiménez González
La profesora Claudia Milena Amariles cree que la educación es una de las maneras más poderosas para cambiar el estilo de vida de muchos niños y jóvenes trabajadores o en situación de calle de Medellín. Y sabe del potencial transformador de la educación, precisamente, porque su historia se parece a la de muchos de los que ahora son sus estudiantes en la Fundación Vivan Los Niños de Prado Centro, una entidad sin ánimo de lucro cuyo fin es ofrecer una atención integral a menores en condición de vulnerabilidad.
Hace dieciocho años, Claudia era una niña vendedora ambulante que vivía en el barrio París, en Bello, y trabajaba en las calles de Tejelo con su mamá y su hermana menor. Tenía once años cuando la Fundación Vivan los Niños la encontró y la invitó a hacer parte de una serie de talleres en el Parque de Berrío. Comenzó a asistir, cada ocho días, durante un año, hasta que pasó a otro proceso llamado el Programa Convivencia. Allí se quedó nueve años, mientras terminaba su bachillerato.
El programa aún sigue vigente y trabaja con los niños que se encuentran en alto riesgo social y asisten a la Fundación en la jornada contraria al colegio, allí se les brindan talleres, trabajo social, psicología, refuerzo escolar, opciones de nutrición y recreación y, además, se trabaja con las familias. Claudia siente que la Fundación es como una segunda casa para los niños, porque así lo sintió ella cuando era una pequeña.
En su infancia y adolescencia, el trabajo con la Fundación significó un gran avance para ella y su familia. El acompañamiento fue permanente, no solo con Claudia, sino también con su mamá y sus hermanas menores. Cambiaron los estilos de vida que llevaban arraigados en su rutina. “Como aquí enfatizan tanto en los derechos de los niños, en que no es bueno que los niños estén trabajando, uno ya pierde ese vínculo con la calle”, afirma la docente.
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