Hoy por hoy, el Parque Bolívar en el centro de Medellín, no es ni la sombra de lo que fue en sus épocas doradas. Consumido por el desorden y la delincuencia, son pocas las personas que lo utilizan para descansar y pasar un momento agradable. Sin embargo, aquellos que deciden hacerlo, se topan con unos seres bastante polémicos: las palomas.
Entre el afecto y el fastidio, las palomas son queridas y odiadas por los habitantes de Medellín. Están presentes en parques de toda la ciudad, no solo en el centro y hacen parte del paisaje urbano. Pero, ¿son realmente una plaga estos animales?
Un poco sobre las palomas
Aunque existen diferentes especies, en Medellín se han registrado principalmente dos tipos de palomas: la Columba Livia, conocida como paloma bravía o común, y la Columba Livia Doméstica, llamada popularmente paloma mensajera, que si bien son muy semejantes en aspecto, se diferencian principalmente en su forma de vida.
Su distribución natural estuvo, en un principio, restringida a regiones como el sur de Europa, el norte africano y parte del suroeste asiático, pero su cercanía con el ser humano (especialmente a través de procesos de domesticación y aprovechamiento) facilitó su expansión global.
Hoy están presentes en todos los continentes, a excepción de la Antártida. Su presencia es particularmente notable en América del Norte, América del Sur y las zonas templadas del sur de Australia, donde se adaptaron con rapidez al entorno urbano y rural.
En ciudades como Medellín, forman parte del paisaje cotidiano, aunque también representan desafíos para la salud pública y la conservación de monumentos históricos, debido a la acidez de sus excrementos. Sin embargo, no son consideradas una plaga, a diferencia de algunos insectos o roedores, y la solución a su sobrepoblación es en parte responsabilidad ciudadana.
Somos parte del problema
Claudia Marcela Díaz, veterinaria con especialidad en especies exóticas, resalta que aunque muchas veces se les considera plagas urbanas, las palomas juegan un rol ecológico importante en la dispersión de semillas y forman parte del entramado simbólico y cultural de las ciudades. Por eso, su manejo exige un enfoque integral que combine educación ambiental, control técnico y sensibilidad social.
“Muchas personas no son conscientes de que cada vez que alimentan a estas aves están perjudicando la salud de ambos. Desconocen por completo que uno de los problemas principales radica en que la alimentación excesiva o inadecuada como grasas, pan, harinas, arroz o productos procesados, interfiere con el funcionamiento normal de su sistema digestivo”, explica Díaz.
Esto debilita su organismo, disminuye sus defensas y favorece la proliferación de microorganismos patógenos en su cuerpo. Entre las enfermedades que pueden asociarse con las palomas se encuentran la histoplasmosis, la criptococosis y la psitacosis, todas con potencial de transmisión al ser humano, especialmente en personas inmunocomprometidas.
Además, al darles comida de forma indiscriminada, también se obstaculiza el ciclo normal de vida de estos animales, impidiendo que se regule la población de forma natural.
La sobrepoblación acarrea todo tipo de problemas, incluso a nivel de infraestructura pública. En la Catedral Metropolitana, por ejemplo, sus excrementos ácidos amenazan con destruir el techo y la fachada de este monumento histórico.
“Las palomas con sus heces están deteriorando las entradas de la catedral, afeándolas y generándonos un gasto excesivo en el tema del aseo. De igual manera se meten en la parte interna de la catedral dejando heces también en la zona que utilizan quienes vienen a participar de la celebración. Fuera de esto la cantidad de aves que hay están afectando los techos, movilizando las tejas y dejando muchas goteras a nivel interno. Además, la cantidad de material vegetal que traen nos obstruyen los bajantes especialmente en los momentos de invierno, así como algunas de ellas que mueren en los techos”, comenta el padre Leonardo Martínez, párroco de la Metropolitana.
“La parte interna de los techos de la Catedral, que aparentemente es madera, en realidad es un trabajo artesanal de casi 100 años, hecho con boñiga que está puesta allí de una manera extraordinaria, con un color que asemeja la madera. Al humedecerse, esta se desprende y no se ha podido encontrar un artesano que vuelva a cubrir eso. O sea que las palomas están afectando el patrimonio, la salud y la ornamentación de nuestra catedral”, continúa Martínez.
¿Cómo controlarlo?
Desde 2007, Medellín ha implementado estrategias para controlar la población de palomas sin afectar su bienestar. Entre las acciones están la extracción de huevos en palomares ubicados en parques y plazas, y el aseo constante de estos espacios para prevenir riesgos sanitarios y daños a estructuras patrimoniales.
También se ha optado por una alimentación controlada en sectores específicos. Esta medida busca disminuir la dependencia de las aves a fuentes improvisadas de comida y evitar su proliferación desmedida, todo bajo supervisión técnica para no alterar el equilibrio urbano.
Pese a esto, más allá de las acciones institucionales, está en nuestras manos dejar de alimentarlas por cuenta propia. Es una necesidad urgente si queremos proteger tanto la salud pública como la de las propias aves.
POR: VALENTINA CASTAÑO