El centro es rico en patrimonio arquitectónico, pero ¿quién se encargará de preservarlo?
Por: Valentina Castaño.
Cualquiera que haya nacido en Antioquia ha escuchado alguna vez que su condición de “paisa” es sinónimo de progreso, empuje y aguante. Esta concepción es quizá una de las razones por las que nos ha dolido tan poco enterrar nuestra historia a través del tiempo.
Un edificio nuevo denota progreso, sin importar si su construcción sepultó consigo parte de nuestra memoria. Así, el patrimonio de Medellín siempre ha estado en alto riesgo.
La demolición del Teatro Junín o la Estación Villa, una de las más antiguas del Ferrocarril, la desaparición del tranvía y el Hotel Europa, o las modificaciones a la Plaza Cisneros y el Parque Bolívar, son muestras claras de que la preservación de la memoria no ha sido una prioridad para la ciudad.
Aunque las cosas hoy en día han cambiado y cada vez son más las personas que hablan de preservación y patrimonio, todavía queda un largo camino por recorrer.
Sin política pública
Uno de los principales problemas para el patrimonio en Medellín es que no hay claridad respecto al mismo. Esto va desde la identificación de bienes patrimoniales, hasta el quiénes deben velar por ellos y de qué manera.
“Medellín carece de una política pública sobre patrimonio. Hace mucho rato las personas que trabajamos en el tema estamos solicitándolo. No ha sido posible”, explica Mónica Pabón, experta en patrimonio cultural, centros históricos y participación comunitaria para la intervención urbana.
“Los patrimonios siempre tienen cargas y tienen beneficios en todas las ciudades, pero en Medellín, particularmente por esta falta que te digo, las cargas son muy altas y los beneficios todavía son muy escasos. Y casi todos están concentrados en el proyecto del barrio Prado, que afortunadamente se ha logrado, pero el resto de la ciudad se ha dejado un poco olvidado con este tema de los incentivos tributarios y fiscales”, continúa.
Para ella, en una ciudad como Medellín, que cada día tiene menos patrimonio a raíz de sus dinámicas de transformación y de supuesto desarrollo hacia la modernidad y “hacia todas las transformaciones aceleradas como nos gustan”, es fundamental que la administración distrital sea más activa en el tema.
“Debería haber un criterio de cómo involucrarse más, no solamente desde lo administrativo, inclusive no solo desde lo económico, sino como ciudad. Cómo hacemos para que estas edificaciones sean más visitadas, tengan una mejor apropiación por parte de la comunidad, sean más reconocidas, más valoradas; para que esa ola de transformación que nos come día a día, pues no se lleve tan rápido el patrimonio que tenemos”, expresa la arquitecta.
Un caso concreto
En pleno centro de Medellín, entre la prostitución, el humo de carros y consumo de estupefacientes, se erige el edificio más grande de Latinoamérica hecho en adobe cocido: la Catedral Metropolitana, que es un verdadero lujo en lo que a referentes patrimoniales respecta.
Pese a esto, las problemáticas que la afectan son más grandes de las que su párroco, el padre Leonardo Martínez, puede atajar.
“La Catedral es cultura basada en el arte y la espiritualidad, en el encuentro con Dios. Actualmente enfrenta muchos desafíos, nos rondan muchas circunstancias a nivel de la población que habita este sector. No veo problema con que los habitantes de calle duerman en sus puertas, sino que han hecho de cada rincón su letrina personal. Además separan aquí el reciclaje dejando grandes cantidades de basura, y raspan los adobes para unirlos al consumo de estupefacientes”, comenta el Padre.
La inseguridad y la prostitución se unen a otros factores naturales como la humedad, las palomas y los loros, poniendo a la Catedral en un riesgo mayor al que la ciudadanía parece comprender, pues nadie se muestra listo para hacer algo al respecto.
La situación es tal que en inmediaciones de esta imponente estructura, también están el Parque Bolívar y la casa de Pastor Restrepo, en la esquina de la calle Caracas con la Avenida Venezuela, otros dos bienes patrimoniales que han sufrido el paso de los años y las malas intervenciones.
“Si la casa de Pastor Restrepo no se conserva, pues perdemos un elemento de la memoria y de la historia de la ciudad. El Parque Bolívar perdería muchísimo en términos arquitectónicos, porque ya no vemos ni esos materiales, ni la forma de tratarlos, de trabajarlos, ni los sistemas constructivos. O sea, hay un montón de detalles que esta es la única casa que ahora en Medellín puede tener esas características y esas condiciones. Perderíamos un elemento de la memoria y de la identidad muy importante para la ciudad”, expone Mónica Pabón.
Para ella, a Medellín aún le falta mucho en cuanto a la gestión y la difusión del patrimonio. Es vital que las comunidades sepan por qué ese patrimonio es importante, por qué tiene valores, cuáles son esos valores, cómo se conservan y lograr generar procesos de apropiación de todo ese conocimiento.
“Si logramos tener una política clara de cómo ese patrimonio se conserva, cómo se gestiona, cómo se financia, quién lo interviene, quién lo administra, pues estaríamos dando pasos gigantes, pero vamos paso a paso y yo siento que hace aproximadamente cinco o seis años ese ha sido un proceso que está muy estancado en términos de patrimonio en la ciudad”, concluye la arquitecta.
La SMP
Son diversas las entidades que trabajan por aportar a la conservación de la cultura y el patrimonio de Medellín. Desde su fundación en 1899, la Sociedad de Mejoras Públicas (SMP) ha tenido el propósito de velar por la mejora pública de la ciudad.
Esta entidad ha sido constructora y guardiana del patrimonio, fomentando la transferencia de conocimientos sobre oficios patrimoniales a través del Instituto de Bellas Artes, que recientemente celebró 114 años, y la Fundación Universitaria Bellas Artes, con más de 18 años de trayectoria en la formación profesional.
Actualmente, la SMP continúa con el desarrollo de estrategias que buscan la preservación del patrimonio en el centro de Medellín. “Desde el año 2022, motivados por el deseo de conservar y revitalizar el Paseo La Playa, la Sociedad ha venido liderando el proyecto La Serpiente, cuyo nombre, en el lenguaje Tayrona, significa Renovación. En su primera etapa, este proyecto busca devolver el esplendor que caracterizó esta emblemática arteria de Medellín hasta finales de la década de los setenta”, comenta Fernando Ojalvo, presidente de la Sociedad.
“Con La Serpiente, promovemos la revitalización integral del sector, generando impactos positivos en la calidad de vida de los vecinos, comerciantes y visitantes del Paseo La Playa. Soñamos con un territorio seguro, habitable y reconocido como epicentro patrimonial de la ciudad, un corredor cultural, un sector con vivienda digna, un entorno ambientalmente sano, inclusivo, fresco y ordenado”, concluye Ojalvo.
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