Por Juan Moreno
Eliécer Perdomo es un huilense que se ha pasado la vida sacando discos de su acartonado empaque, revisándolos, valorándolos, cuidándolos, restaurándolos y encontrando nuevos oídos que quieran escuchar sus notas. Este es su oficio desde hace unos cuarenta años, cuando comenzó al final de su adolescencia en las ventas callejeras de la 19 en Bogotá, en plena época del furor del vinilo antes de su pronta decadencia en los 90.
Su esposa Mónica Jiménez lo acompaña desde hace unas tres décadas en este trasegar, cuando crearon en Medellín “Hit Musical”, una de las pocas discotiendas que aún quedan en Medellín y tal vez la más grande y conocida del centro. Hoy, junto con sus dos hijas, son una familia de cuatro personas, que consiguen discos por todo el mundo, como lo atestiguan las fotografías en diversos lugares del planeta que adornan su oficina en la sede de Hit, en el segundo piso de la estratégica esquina de Maracaibo con Sucre. “Aquí hay gente que viene, consigue un disco y se tiene que sentar porque se puede desmayar. Nosotros tenemos el gusto de traérselo desde cualquier parte del mundo. Ese es el embeleco de nosotros y eso nos encanta”, dice.
Cuando recogieron las ventas callejeras de la 19, Eliécer arrancó para Manizales a finales de los 80 y de ahí llegó a Medellín. Estableció su negocio de compraventa de discos y libros en el centro comercial Paseo de La Playa, lo llamó Hit Musical, un viejo nombre que usaba desde la época bogotana y comenzó a viajar a Venezuela, Ecuador y luego España con el fin de conseguir música para coleccionistas. “La gente me traía casetes para que yo le grabara los discos que ellos quisieran, ahí adquirí el conocimiento de lo que mis clientes preferían, lo que les gustaba. Así fue creciendo mi colección de música para grabársela a la gente. Rock, salsa, romántica, eran los favoritos y traíamos los discos de afuera para sacarles provecho grabando casetes”, afirma Eliécer.
Pero llegó la tecnología y…
A mediados de los años 90, el CD fue desplazando a los vinilos y los casetes, y la llegada de internet trajo consigo las plataformas para obtener la música gratuita o a muy bajo costo y “quemarla” en un disco, pero, para una inmensa minoría, como diría el viejo eslogan radial de la HJCK, los discos de acetato nunca murieron. Cuando su presunta muerte estaba más que cantada, no hubo manera de erradicarlos definitivamente. Los coleccionistas los mantuvieron vivos. “La gente comenzó a botar los discos porque, supuestamente, el CD era mejor. Nosotros compramos colecciones completas para quienes se negaban a dejar de coleccionar y escuchar discos en LP y de eso ha vivido Hit Musical”, cuenta Eliécer.
Para comprar las colecciones que salen a la venta, Eliécer y Mónica ya tienen el ojo entrenado para valorarlas. Solo con mirar los discos saben si tienen un futuro comercial o no. “Hay unos discos que ni regalados”, asegura Eliécer con vehemencia. “No todos los géneros se venden. Los preferidos son salsa, rock, pop y jazz. La música clásica no vende. Tengo 15.000 LP de clásica y es muy difícil su venta, así sea a $2.000. Los boleros y la música colombiana tampoco tienen muy buena venta. Los discos de Vicente Fernández o Joan Sebastian tienen mejor salida. Aquí en Medellín hay más melómanos que coleccionistas, solo compran una parte de las colecciones, lo que les interesa, pero no toda completa”.
¿Y cuánto vale un disco?
Para definir cuánto vale un disco para su compra compra o venta, hay que basarse en su estado y su rareza. También se guían en el movimiento que puedan generar en redes sociales. Por ejemplo, un disco de Francisco Zumaqué (el de “Sí sí, Colombia, sí sí, Caribe…”) de producción nacional, se puede vender, en perfecto estado, en unos 150 dólares para el exterior. El disco más costoso que recuerda haber vendido Eliécer es una edición colombiana del álbum “A Kind of Magic” de Queen, que se vendió en 1.500 dólares para el exterior. El primer volumen de los “14 Cañonazos Bailables” puede costar $150.000 o un disco de Los Yetis, editado en España, unos $200.000.
Para los discos de difícil venta, Eliécer y Mónica tienen un local en Paseo de La Playa llamado “Archivo Musical”, allí se consiguen discos de $2.000, $5.000 o $10.000. También tienen su público, generalmente de no tan altos recursos y hay para todos los gustos.
En la tienda de Maracaibo se juntan estos coleccionistas y nostálgicos que van buscando joyas perdidas para sus discotecas personales. Revisan los estantes de la música de su preferencia y tienen a su disposición tornamesas y reproductores de CD para que “ensayen” los discos. Es, generalmente, gente que ya pasa de los 40, aunque hay jóvenes de los llamados “pinchadiscos”, que vienen también a buscar los vinilos para sus mezclas.
Hay discos que han tardado casi 30 años en llegar a las manos del coleccionista. Se ha buscado por medio mundo hasta que se encuentran. Otros, definitivamente es casi que imposible encontrarlos. Y ese es el oficio de Eliécer y Mónica, no desistir hasta que aparezca gracias a sus contactos alrededor del mundo.
Eliécer es de los que asegura que el LP suena mejor que el CD o la música digital. “Hay discos con más de 20 años que parecen nuevos gracias a la restauración a la que son sometidos y ese es el valor del negocio, la honestidad, cero trampas y cero piratería. Aunque este es un negocio con un futuro incierto, nosotros hemos sobrevivido a todas las crisis porque somos disqueros, no simples vendedores de discos”, finaliza orgulloso.
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