El ambicioso Coltejer, el Banco de la República, el edificio del Café y demás torres macizas como el Vicente Uribe Rendón o el Edificio de la Cámara de Comercio, son todas construcciones de gran formato que hoy representan la cara visible del centro de Medellín.
Por sus características geográficas y poblacionales, desde mediados del siglo XX la ciudad comenzó a construirse en vertical; y así, el centro de la capital paisa se caracterizó por el desarrollo de edificios que hoy son referentes arquitectónicos.
Sin embargo, la Comuna 10 no ha crecido significativamente en edificaciones de gran altura o representativas desde los años 90. ¿A qué se debe este fenómeno?
La pauperización del centro
“En lugares como Cartagena, donde se construyeron dos de las torres más altas del país, el Gran Hyatt y el Hotel Estelar, o en Bogotá con las Torres Atrio o el Bacatá, vemos cómo ha habido grandes construcciones en los centros de estas ciudades, sin embargo, Medellín sigue como estancada en lo mismo”, observa el fotógrafo de ciudad y estudiante de arquitectura, Omar Portela.
Sería natural decir que antes las entidades privadas hacían inversiones en construir espacios distinguidos en el centro y de un tiempo para acá estas se detuvieron. Sin embargo, para el arquitecto y doctor en historia, Luis Fernando González, quien por años ha estudiado y escrito sobre la arquitectura del centro, está afirmación debe ser tomada con pinzas.
“La construcción de ´edificios magnos´, como el Coltejer, el Vicente Uribe, Bancoquia, entre muchos otros, se planteó en el proceso de demolición y remodelación del centro de la ciudad que implicó la construcción de un sistema vial que lo cercenó y lo desligó de la continuidad natural de su malla urbana, con grandes efectos negativos. Sobre las vías trazadas y construidas se edificaron estas obras magnas. A lo largo de esa ´perimetral del nuevo centro urbano´ -la Oriental, Avenida del Ferrocarril y San Juan- se fue configurando una nueva fachada urbana en altura”.
Para González, este desarrollo provocó también la partida de las instituciones del centro, desplazando las oficinas públicas hacia la Alpujarra.
“Esto trajo el abandono de los edificios, el deterioro y la pauperización del centro, en tanto sus calles fueron tomadas por la informalidad a partir del cierre del mercado de Guayaquil y las consecuencias de la crisis económica de la década de 1970 que afectó la industria de Medellín. A ese fenómeno se le llamó en la década de 1980 la ´guayaquilización del centro´”, continúa el arquitecto.
Y fue precisamente ese fenómeno de empobrecimiento e informalidad el que devino en que los empresarios y las entidades bancarias se fueran a La Milla de Oro del Poblado. Huyeron del centro, dejando a su suerte aquello que habían construido.
“A partir de entonces los comerciantes se tomaron el centro, algunas veces bordeando las dinámicas de ilegalidad que en esos momentos se introdujeron en el torrente de la economía urbana .-contrabando, lavado de activos, narcotráfico, etc.-. Estas economías dinámicas a la postre construirían también sus ´edificaciones representativas´, con su forma de concepción formal y estética, como también ocurrió en La Milla de Oro”, expone González.
Así se explica que las edificaciones de gran escala más recientes que vemos en el centro estén en Guayaquil, sean torres comerciales y su estética obedezca solo a las demandas del mercado y no al embellecimiento de su entorno.
Rescate arquitectónico
Pero para González, el fenómeno de empobrecimiento e informalidad no solo trajo consigo la huida de los empresarios del centro, o el freno de las grandes construcciones. Otra de sus consecuencias ha sido la búsqueda del rescate del centro.
“Por otro lado ante el abandono y el deterioro del centro, y la pérdida de su arquitectura histórica surge el rescate de sus edificios representativos desde la Estación del Ferrocarril, pasando por el Paraninfo hasta el Palacio Departamental. Es un movimiento paralelo de rescate y restauración donde se comienza a valorar y pensar el centro histórico. Es un fenómeno de resignificación por oposición al otro fenómeno de destrucción”.
Hoy es cada vez más frecuente el discurso sobre el valor patrimonial e histórico de las estructuras que se mantienen en pie en el centro. La mayoría de las apuestas, tanto desde lo privado como desde lo público, se enfocan en la restauración de la arquitectura que ya está ahí. Ejemplo de esto son las restauraciones de edificios como el Carré y el Vásquez, La Naviera o vías como La Playa y Bolívar.
Entonces quizá falte mucho para que La Candelaria vea otro edificio que sobrepase al Coltejer, sin embargo, cuando se dejan de hacer grandes estructuras, también se pueden configuran espacios urbanos de gran valor.