La pandemia del COVID-19 ha transformado de manera drástica los hábitos y conductas sociales. Además de la amenaza directa que supone el virus para la salud general de la población, las medidas que se han adoptado alrededor del mundo para intentar mitigar la propagación de este patógeno, han influido en la forma de interactuar, el estilo de vida, y por consiguiente la salud mental de las personas.
Según los expertos, las alteraciones mentales se generan en este caso por diversos motivos: el confinamiento abrupto y sin precedente, la disminución en la interacción social, el miedo e impotencia frente a un virus que se expande, los cambios en las rutinas generales incluidos los ciclos del sueño, entre otros.
¿Cuáles pueden ser estás alteraciones y cómo se puede hacerles frente?
El psicólogo Juan Diego Tobón, explica que la coyuntura generó una exacerbación de los cuadros emocionales ya existentes. Si bien no se puede afirmar que el COVID-19 produjo una epidemia de nuevos casos de ansiedad o depresión, para quienes ya tenían unas características de base, estas podrían haberse detonado debido a la sensación de incertidumbre y el aislamiento.
Al hablar de quién tiene la culpa, el confinamiento juega un papel protagónico, pues a raíz de este surgen escenarios adversos como la pérdida del empleo o las dificultades para establecer y mantener relaciones o vínculos afectivos, que se traducen en alteración mental.
Las familias con uno o varios familiares fallecidos a causa del virus, además del duelo por su pérdida, deben aceptar que no podrán despedirse de ellos como quisieran por el riesgo biológico que ello supone. Casos como estos, pueden derivar en la pérdida del sentido de vida, muerte por mano propia y otras sensaciones de desbalance emocional extremo.
Según Tobón, también es posible identificar efectos relacionados con la convivencia, aquellos que empiezan a afectar la salud mental colectiva. No es para nada extraño, ahora cuando se ha potenciado el uso de redes sociales y difusión de contenido online, ver que se disparan las situaciones de conflicto en el orden de la interacción ciudadana. Se han vuelto más frecuentes las discusiones de intolerancia entre vecinos, las peleas familiares y, en general, se ha visto una ruptura de lazos sociales que en parte eran los que controlaban la angustia y el malestar social.
Sin embargo, para Tobón, también hay afectaciones que no son necesariamente negativas: mayor disposición para el trabajo estando en casa, mayor posibilidad de tener tiempo de reposo o descanso, incremento en el aprecio por la vida. Lo que para unos ha significado el caos para otros ha sido el equilibrio o balance que les hacía falta.
“Los seres humanos estamos llenos de paradojas y esta situación nos lo recuerda, mientras para unos la fractura estuvo en el confinamiento, para otros ha estado en el regreso o la reactivación de la cotidianidad”, expone el psicólogo.
No hay certeza aún en cuanto a dónde llegarán estas consecuencias psicológicas. Según Tobón, es difícil aún establecer un límite para analizar, considerando que la “normalidad” a la que hemos vuelto aún es anómala y es necesario encarar la realidad de que ya no será posible retornar a lo que alguna vez fue.
¿Cómo enfrentar la situación?
Cuando una persona se siente en extremo agobiada o desbordada, ya sea por temor al virus, por el aislamiento o por el retorno a la vida cotidiana, vale la pena considerar la búsqueda de ayuda profesional.
“Hay situaciones de alarma como cuando cambian los patrones de sueño, esa es una gran preocupación de psicólogos y psiquiatras. Cuando hay respuestas emocionales ante situaciones que antes se manejaban con calma, es decir, cuando las personas empezamos a responder de forma muy alterada a situaciones de crisis y esto se mantiene en el tiempo, es otro indicador. Igualmente, sentir mucho agobio por las situaciones normales de la vida. Cuando esto empieza a pasar y se mantiene en el tiempo, puede ser pertinente buscar ayuda profesional”, precisa Tobón.
La OMS y las investigaciones que indagan sobre el cuidado de la salud mental actualmente, plantean un asunto fundamental en cualquier cultura: las redes de apoyo (familiares, de amigos, vecinos). Estas son un factor protector en cualquier momento, por ello es fundamental recordar a las personas la importancia de mantener, recuperar y fortalecer las redes de apoyo social, intentar no aislarse, y si hay quienes están muy tensos por la exposición, controlarla sin dejar de interactuar.
Otros consejos que se han vuelto repetitivos por la época son no contaminarse más con las redes de información, no profundizar en contenidos que puedan angustiarle, invertir su energía en hacer deporte u otras actividades que le agraden, ojalá al aire libre.
“Una cosa que los terapeutas, independiente del modelo teórico que tengamos, le plantemos mucho a las personas, es que en situaciones de mucho displacer como las que atravesamos, pues hombre, meterle algo de situaciones de placer. Tiene que ver con temas alimentarios, de relación y vínculo con otros, salir a caminar, hacer cosas que por lo menos lo llenen un poco de una energía distinta que dé un balance psicológico a la realidad”, explica Tobón.
Por último, es necesario recordarle a la gente que más allá de que sea normal sentirse como se sienten hoy, es entender que se está atravesando una situación completamente fuera de lo ordinario. Las personas deben recordar que eso que se vive hoy, que angustia y desborda, no tiene que ver con la incapacidad o falta de herramientas propias, sino con el hecho de que se está pasando por un momento nuevo, al que, de un modo u otro, hay que adaptarse.
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