En su mejor época, el centro de Medellín llegó a tener hasta 25 teatros que proyectaban cine. Conozca cómo se habitó el centro a partir del séptimo arte.
Por: Juan Moreno
Fotos: Omar Portela
Cuenta la leyenda que “La ley del monte”, una cinta mexicana protagonizada por Vicente Fernández y estrenada en 1976, ha sido la película que más tiempo ha durado en cartelera en Medellín. Cerca de tres años continuos se exhibió en matiné, vespertina y noche, mientras la gente no paraba de entrar al Radio City, al Odeon y al Junín II, para salir llorando así se la hubieran repetido, tras el trágico final que tenía el melodrama ranchero dirigido por Alberto Mariscal. ”Lleve sábana”, le recomendaban al que planeaba asistir a la función de la que todos hablaban en Medellín. Prácticamente nadie en la villa se quedó sin entrar a esta película.
Hasta entrados los años 90 esa era la foto en los cines del centro. Hasta 25 teatros en pocas cuadras, cada uno con su clientela. Cine culto, cine para adultos, películas comerciales, dobles, rotativos, estrenos y clásicos. También en La Candelaria existió el escenario más grande que recuerde la ciudad, el Teatro Junín, demolido en 1967 y donde casi cuatro mil parroquianos podían ver una película con boletas para palco, luneta o platea. Todo esto antes de que exhibidores, distribuidores y cinéfilos huyeran a las comodidades de los centros comerciales, más seguros y con una oferta difícil de igualar más allá de “nuestra deliciosa confitería”.
Para muchos habitantes de esta ciudad, su primera película fue en el centro y en uno de los primeros teatros, el Granada, en la carrera Bolívar cuando pasa por Guayaquil, donde también existió el Kemper (luego, Metrocine). Para otros, la primera vez que pisaron un teatro fue a ver otro clásico de nuestra cinefilia “El mártir del calvario”, cinta de 1952 dirigida por Miguel Morayta, estelarizada por el español Enrique Rambal y considerada de culto por los feligreses, tanto religiosos como del cine comercial. Esta es tal vez la película más exhibida en la historia de Medellín pues cada año estaba una semana en cartelera, sin falta, hasta hace muy poco tiempo. Esta recreación bíblica era de peregrinación obligada hasta en las salas x del centro, que cerraban sus puertas a los libidinosos del resto del año para dar paso a los piadosos que iban a sufrir con la historia de otra pasión, la de Cristo.
Cantinflas, Pedro Infante y Jorge Negrete fueron habituales en los cines del centro. Tan apetecidas eran las películas mexicanas que hasta hubo un teatro que se llamó así, el Cine México, degradado después, a finales de siglo, a una sala donde presentan películas de “cine rojo”. Las de vaqueros, en los años 50 y 60 y las de karate, en los 70 y 80 fueron otras que mantuvieron activas las salas como el Alameda y el María Victoria, que ya comenzaban a sentir los rigores del paso del tiempo y las preferencias por otras zonas más residenciales para ver películas.
Las películas argentinas y mexicanas dominaron la cartelera de los teatros en la época de mayor apogeo de los cines del centro.
Los estrenos de “La pasión de Jesús” en el Teatro Circo España en 1912, “Espartaco”, en el Teatro Roma en 1960, “La Guerra de las Galaxias”, el 25 de diciembre de 1977 en el Teatro Junín 1 y el de “E.T., El Extraterrestre”, en 1982, así como “El Campeón” (1980), también conocieron largas filas en las aceras aledañas a los teatros. Así como grandes aglomeraciones hubo también para entrar al teatro El Cid, uno de los más grandes de al ciudad, para ver las películas en Cinerama y Cinemascope, técnicas de gran formato con sus proyecciones en 70 mm. Las colas le daban la vuelta a la manzana para ver el estreno de “Terremoto” (1974).
En los 90 aun se recuerda la atención personalizada que tenía el Cine Centro, en la Avenida Oriental con Ecuador. Luis Carlos Villegas, un apóstol del cine en la Comuna 10, vendía las boletas y luego esperaba a la audiencia en las escalas de acceso a la sala, recomendándoles no ingresar comida ajena al local y no ensuciar la sala, mientras partía los tiquetes. Era una atención personalizada como nunca se ha visto. Hoy, Cine Centro es un centro espiritual, mientras el teatro Metro Avenida es una sede bancaria.
Cine en 3D
Uno de los más pintorescos teatros fue el Balkanes, en San Juan llegando a Bolívar, convertido en un conjunto de locales comerciales. “De ese teatro decían muchas leyendas: que había cuchillo y bala, tanto en la pantalla como fuera de ella, y que la gente iba tanto a ver cine, como a dar cine, también que entraban dos y salían tres. Era muy inseguro”, dice sonriente el periodista Luis Alirio Calle, testigo de la existencia de algunos teatros en La Candelaria.
Quien esto escribe recuerda también una amarga experiencia cerca al parque de Bolívar en el teatro Dux, por allá mediando los 80, y fue un atraco con arma blanca en plena película de acción. Dos “gamines” se colaron a la función y como era un teatro de dos pisos, subieron hasta el último y con el filo de la navaja en mi pecho se apoderaron de 50 pesos, que era toda la fortuna que me acompañaba en aquel entonces. Eso sí, terminé de ver la película porque ya qué.
La resistencia
Aún hay teatros viejos que funcionan en el centro de Medellín. “Yo creo que el más antiguo que queda en pie es el actual Sinfonía, fundado en 1942 por Carlos Góngora como Sala Teatro España y que desde entonces funciona en Sucre entre Caracas y Maracaibo. Aunque no siempre tuvo esa vocación, pues fueron las películas del oeste y los musicales sus proyecciones hasta los años 70, hoy hace parte de las salas x de la ciudad y eso es lo que lo ha mantenido activo”, recuerdas Luis Alirio.
Góngora, a la sazón, también fundó el teatro Radio City, en la calle Caracas y que hoy es un pasaje comercial, destino que sufrieron otros teatros como su vecino el Odeón, el Avenida y el Ópera, imperio del negocio de celulares de todo tipo.
A la vuelta de El Cid estaba el Libia, sobre la calle Perú, epicentro del “cine de autor” y donde se veía cine europeo y de festivales. “Manon”, “¿Quién amará a mis hijos?”, “Tesis” “Betty Blue”, “Paris, Texas”, “Antonia” y tantas películas del viejo continente tuvieron proyección y público allí, a una cuadra de la Catedral Metropolitana y hasta hace unos 15 años.
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Nacido como Guadalupe y hoy conocido como Gran Teatro Villanueva, esta es otra sala que aun está en pie, también con cine no apto para menores de edad. Está ubicado en la carrera 51, cerca al centro comercial del mismo nombre.
Y tal vez la sala actual más importante del centro de la ciudad es la del Colombo Americano, sede por muchos años del Cine Club Medellín y la Revista Kinetoscopio. Tiene dos teatros en el tercer piso con cine de autor, festivales temáticos, ciclos, foros, presentaciones especiales y alguna que otra cinta de la cartelera comercial. Igual sucede en el Ateneo Porfirio Barba Jacob, que ofrece otra alternativa a los cinéfilos. También está el teatro Lido, en el parque de Bolívar, que sirve de sede a la Cinemateca Municipal, pero ya con una vocación encaminada a los espectáculos en vivo..
Los que desaparecieron, como ya se ha dicho, se han convertido, en centros comerciales, talleres, edificios de apartamentos, bodegas y templos de toda suerte de credos. Pero eso, ya es otra película.
Maravillosa Reseña que nos permite recordar tiempos pasados a quienes ya tenemos mucha “juventud acumulada”.Conocí personalmente sobre todo los teatros de cine del Centro de la ciudad.Pero ahora no recuerdo el nombre de otro teatro de Cine que estaba situado en Palace casi al cruce con San Juan,nunca entré alli,pero si recuerdo el sitio.Aunque el Centro Coltejer sigue siendo orgullo de la ciudad,nos da nostalgia recordar el Teatro Juníb,donde vimos buenas compañias de todo tipo,teatro,opera,Zarzuela,etc .
Como he disfrutado este articulo del Maestro Juan Moreno.
Soy de la época de los 70 – 80. Épocas maravillosas en que nuestro centro de la ciudad era bien habitado, y no era el mas bello, pero era acogedor, mas seguro y cuidado, el comercio era esplendido, el aseo impecable, y pese a algunos pequeños pillos, podíamos salir , caminarlo, comernos algo en sus cafeterías o restaurantes, ir a cine o simplemente caminar y platicar, encontrarnos con un buen amigo o familiar . En fin, cuanto añoramos esos gratos momentos de disfrute y felicidad de ciudad.
Excelente reseña para quienes ya no conocemos la ciudad.
¡Que épocas aquellas!!!