Una fila de plásticos cubiertos por ropa usada, cables de electrodomésticos y repuestos viejos, se extiende desde los bajos de la estación Prado del Metro hasta la esquina del Hotel Nutibara. Los artículos usados se mezclan con los celulares robados ofrecidos por mujeres jóvenes en mesas improvisadas, y las dosis de droga entregada con disimulo por muchachos que ni siquiera tienen cédula.
Apenas a una cuadra la autoridad se divide en grupos: cinco policías conversan en una columna de la estación Parque Berrío, mientras siete soldados vigilan frente al Palacio de Cultura, cuatro policías miran sus celulares más allá y el último grupo atiende a unos turistas que están desorientados.
En un local de la zona, María Eugenia se niega a dar su apellido porque teme represalias, pero dice que está cansada de las extorsiones. “La Alcaldía intervino a principio de año y tuvimos como dos meses que fueron una maravilla. Pero la ‘goma’ pasó y acá todo volvió a ser como antes, solo que más tapadito”, dice.
Se refiere a los hurtos, extorsiones y prostitución que ya no se ven a plena luz del día en el parque Berrío, pero que siguen ocurriendo cuando cae el sol; y de los homicidios -ya ha sabido de cuatro- de habitantes de calle.
Y las estadísticas parecen darle la razón. Según el Sistema de Información para la Seguridad y Convivencia de Medellín, la comuna 10 sigue siendo la de mayores registros de homicidios con 64 muertes violentas, 20 más que Castilla y Robledo, las zonas donde se libra una batalla de poder entre bandas dedicadas a las rentas criminales.
El hurto, que había bajado 25 % después de la intervención de la Alcaldía -que incluyó Policías, agentes de espacio público y representantes del gobierno local- volvió a subir y hasta la fecha hay documentadas 2.427 denuncias por hurto a personas, 703 por robo de motos y 335 por hurtos a establecimientos comerciales.
El Secretario de Seguridad de Medellín, Gustavo Villegas, aseguró que el plan de seguridad sigue, pero que las estructuras criminales se han reacomodado luego de los golpes sufridos. Por su parte el Secretario de Inclusión Social, Luis Bernardo Vélez, reconoció que los habitantes de calle están volviendo a concentrarse en zonas como la Avenida de Greiff y la Plaza Minorista.
Fernando Quijano, investigador del conflicto y habitante del centro, considera que las intervenciones en seguridad que hizo la Alcaldía se quedaron cortas frente al accionar criminal y dijo que ni siquiera la exposición pública de un cabecilla como alias “Pedro Pistolas”, señalado de controlar muchas de las rentas criminales, ha logrado impactar a las bandas. “Y los resultados no se ven porque hay un factor que aún no se ha controlado: la infiltración de redes criminales dentro de la institucionalidad”, dijo.
No todo es negro
En el Parque de Bolívar Francisco Marín arrastra un coche de bebé convertido en carro de café. Cuenta que la violencia lo alejó del parque por casi un año y que volvió hace dos meses. “Hasta ahora nadie ha venido a cobrarme vacunas y hasta siento todo más seguro. Pero nunca me quedo después de las 8:00 p.m. o 9:00 p.m. porque uno no sabe qué puede pasar”, indicó. Carmen Vélez, empleada de un supermercado vecino, aseguró que ya no teme salir a las calles y señaló con su dedo a un grupo de jóvenes que manipulaban celulares de alta gama junto a la estatua de Bolívar. “Hace unos meses eso hubiera significado atraco fijo”, agregó.
El desafío para las autoridades es, ahora, controlar las rentas criminales y las actuaciones de bandas que aún cobran “colaboraciones” y prestan dinero a tasas de interés infladas. “Las rentas criminales financian las guerras. Si no se cortan, habrá nuevos cabecillas y nuevos mercados”, recordó Quijano.